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de ruta con

Ribeira Sacra desde las profundidades del Sil

Cuentan quienes la conocen bien que esta tierra es fruto de las pasiones de los dioses: si el Miño es el símbolo del amor ciego de Júpiter por Galicia, la brecha que separa el Cañón es el resultado de los celos de Juno ante su belleza, y el Sil, que los baña, el emblema inmortal de la reconciliación.

Hace diez años que llegué a Ribeira Sacra para enamorarme. De sus paisajes, de su historia, de sus leyendas, de sus vinos y sobre todo de su gente, que te abraza y acoge como una más. Entonces lo dejé todo, mi trabajo de administrativa y mi vida en Madrid, para convertirme en una gallega de adopción que no acababa de creerse que esta tierra heroica, que nada tiene que envidiar a los fiordos noruegos, fuese aún desconocida. Me decidí a dedicar cada día de mi vida a enseñársela al mundo, al lado de mi compañero Alejandro, patrón y experto conocedor de la zona, y a hacerlo desde una perspectiva distinta: desde el propio Sil, desde el agua, 700 metros más abajo. Allí donde los viñedos en bancales caen sobre el cauce del río con hasta 85 grados de pendiente y los visitantes pueden apreciar de primera mano toda la grandeza de esta tierra y el riesgo que corren quienes la trabajan, un esfuerzo romántico por conservar su belleza y el legado de sus antepasados.

Aún no he conocido a un solo visitante que no se sorprenda, no hay quien pise esta tierra sin enamorarse. Un recorrido en catamarán de una hora a través de la zona Red Natura del Cañón del Sil, desde el que vemos viñedos como los de A Cividade, a los que los viticultores solo pueden acceder desde el agua en barca; o monumentos como Santa Cristina de Ribas de Sil, que se impone a media ladera para reivindicarse como uno de los emblemas de Ribeira Sacra, el territorio con la mayor concentración de románico rural de toda Europa, comparable al Monte Sinaí. Un recorrido también a través de la historia de la zona, a la que los romanos llegaron buscando oro y se quedaron para hacer vino; y de sus sabores y aromas, con la personalidad propia de quien sabe encerrar la expresión de la tierra en una copa, con las uvas mencía y godello como grandes banderas.

Para completar el recorrido en catamarán, recomiendo aprovechar la jornada para visitar alguna de las cien bodegas con las que cuenta Ribeira Sacra: Hay muchas y muy interesantes por la zona, como Malcavada, Ronsel do Sil, Regina Viarum, Adega Algueira o Ponte da Boga, entre otras. Y no os podéis ir sin pasar por alguno de sus miradores. Está muy cerca O Boqueiriño, desde el que se ve Santa Cristina, además de Santiorxo o Cadeiras, y también mi favorito, al que da nombre el viñedo de A Cividade, situado al lado de un antiguo castro y sobre el que uno siente que vuela sobre el cauce del Sil.

*Copropietaria de SilTrip

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