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Javier Cuervo.

Un millón

Javier Cuervo

Semilibertad y semisociedad

Semilibertad suena como semiembarazo. Parecería que se está libre o no hasta que se enfrenta al término "encerrado". El Tribunal Supremo de España ha condenado a prisión a nueve políticos independentistas por delitos graves del Código Penal y están encerrados en la prisión barcelonesa de Lledoners, administrada por la Generalitat de Catalunya, que los considera presos políticos y, cinco meses después de la condena, siete de los nueve entran y salen, lo que se llama semilibertad.

El más destacado, Oriol Junqueras, expresidente de la Generalitat, fue condenado a entrar trece años en la cárcel por sedición y malversación y sale seis horas durante tres días a la semana para dar clase en el campus de Manresa de la Universidad de Vic-Universidad de la Catalunya Central. Su semilibertad es casi una media jornada. Para los que le condenaron, Junqueras tiene, principalmente, algo que aprender; para los que le recluyen, tiene algo que enseñar.

La condena en España tiene la función de prevenir, de pagar por el delito y de rehabilitar al individuo para la sociedad, también llamado asunción de los valores sociales. En la lógica ilógica que viven estos presos se previene una nueva sedición porque han dicho que lo volverían a hacer, se paga lo mínimo por los delitos cometidos y en absoluto se contempla la rehabilitación, porque la Administración que los mantiene entre rejas no cree que tengan que asumir otros valores sociales que no sean los que tienen y los llevaron al trullo.

Cuando están dentro y cuando salen, los presos se mueven en una sociedad que tiene valores distintos de aquellos por los que los condenaron. Conviene recordar que esa cárcel de semiprisión o esas calles de semilibertad solamente son Semicatalunya.

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