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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La equidad

Alivia, la verdad, que un ministro de Universidades "debute", al menos en lo mediático, aceptando que a las pruebas de acceso a la enseñanza superior les conviene "un mínimo de equidad". Cierto que el señor Castells no fue tan rotundo como la interpretación de su frase, que debe permitirse porque de lo contrario seguramente habría ratificado que eso -la equidad- ya existe, y no. Aparte de que implicaría la desautorización de algún modo a no pocos rectores que, al igual que los tres gallegos, han reclamado ya -por lo menos- un par de veces el cambio para establecer una prueba homologable. En interés del sentido común.

Es cierto que lo dicho por Castells fue matizado de inmediato por la otra ministra -la de Educación: secuelas de la urgencia de desdoblar áreas para dar cabida a todas las ambiciones- según la que un examen único sería "irrespetuoso" para las competencias autonómicas. Es posible que la señora Celaá olvidase afirmaciones anteriores en las que no tuvo inconveniente en meterse en camisas de once varas por lo que corresponde al respeto de los derechos constitucionales, pero ese es otro de los gajes del oficio político: emplear la memoria conforme a las circunstancias.

Conste que las universidades, en estos días noticia por diferentes motivos, tienen una problemática extensa y reiteradamente denunciada que no se ha resuelto. Y tampoco ha ocupado lugar destacado -por no decir que ha estado ausente- en la agenda de prioridades durante los dos años de gobierno del señor Sánchez. Pero como nunca es tarde cuando la dicha llega, debe saludarse la idea del ministro como una feliz intención. Sobre todo para los aspirantes a ingresar en las aulas que competen al señor Castells; ahora cumple esperar a que no se quede en papel mojado, algo que -aquí- más que costumbre parece vicio.

(En este punto procede una observación adicional. El hecho de que el breviario de intenciones del nuevo responsable corresponda a quien está en el lado podemita de la sociedad gubernamental supone también una agradable sorpresa. Primero porque equivale en cierto modo a romper la imagen de zafio sectarismo que transmiten los dirigentes de ese partido. Segundo, porque a la vez, si cumple sus compromisos -y establece ese "mínimo de equidad", aunque quizá fuese mejor algo más- confirmará que aquel cambio va más lejos de la imagen. Y eso se necesita.)

A día de hoy, y a la espera de que las confirmaciones estén a la altura de las expectativas, procede recordar -por más que la cita recuerde las de Pero Grullo- que la universidad forma parte de un extenso campo educativo no siempre tratado comm´il faut. Y que ese terreno, básico para el progreso, sigue necesitando un pacto de Estado que consolide cuanto de bueno se ha hecho en todos estos años y fije los objetivos -comunes- que aún están pendientes. No sobra el tiempo, sobre todo si se considera el ritmo de los demás, pero aún así, se puede. Si se quiere, por supuesto.

¿No??

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