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El gran experimento fallido

La marca En Marea está abocada a la desaparición con la marcha de Luís Villares

"He vivido esa vida intensamente y, a pesar de sus momentos amargos, todavía la echo de menos. He conocido lo que es hablar ante cuatro mil personas en un auditorio donde no cabía ni un alfiler, y tenerlas por un momento, o al menos, eso pensaba, en la palma de mi mano. También he experimentado lo que es hablar ante una multitud hostil en cuyos rostros se reflejaba la mayor de las suspicacias. He sentido una marea de lealtad hacia nuestra causa por parte de los miles de personas que se unían a ella, y sufrido el aguijón de la traición a manos de algunos conspiradores. Hubo ocasiones en las que notaba que estaba influyendo en los acontecimientos, y otras en las que me limitaba a observar con impotencia cómo esos acontecimientos escapaban a mi control; disfruté de momentos de felicidad al pensar que iba a ser capaz de hacer grandes cosas por los demás, y ahora vivo con la pena de que nunca seré capaz de hacer nada. En resumen, viví esa vida. Pagué un precio por lo que aprendí. Perseguí el fuego del poder y contemplé cómo la esperanza quedaba reducida a cenizas" . Así exponía hace seis años su experiencia en política Michael Ignatieff, intelectual de prestigio que en 2005 dejó la Universidad de Harvard para ser diputado en su país, Canadá. Asumió el liderazgo del Partido Liberal y con él al frente, esta organización sufrió la peor derrota de su historia. Tras regresar a las aulas, escribió Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política, un ensayo sobre su experiencia fallida.

Luís Villares, que esta semana anunció su marcha de la política, debería haber leído en 2016 antes de aceptar ser el candidato a la Xunta de En Marea la crónica amarga de Ignatieff. En ella reconoce que pecó de ignorancia, pero también de cierta arrogancia al dar el salto a la política. Quizás su lectura le hubiera desanimado del cambio de rumbo, y hoy el magistrado en excedencia no estaría lamiéndose las heridas.

La experiencia de Villares guarda cierta similitud con la del profesor canadiense. Ambos eran unos neófitos en la política de partido, ambos eran profesionales de prestigio en sus trabajos y a los dos fueron a buscarlos ("los hombres de negro" que mueven los hilos en los partidos, les llama Ignatieff) para convencerles de irrumpir en el ruedo de la vida pública e institucional.

¿Qué le podía haber advertido Ignatieff a Villares? Que "nadie debería entrar en política sin entender que se trata de un juego con reglas muy precisas diferentes a la vida normal".Pero no solo eso, el historiador, periodista y ensayista canadiense escribió: "Llevo décadas dando clases sobre Maquiavelo y en realidad nunca lo había entendido ... No lo entendí hasta que entré en política, hasta que bajé a la arena. Maquiavelo sigue siendo, 500 años después, la mejor guía para la política. Porque entendió, y fue el primero, que si no puedes ser amado debes asegurarte de ser temido".

Me atrevo a asegurar que Luís Villares suscribiría estas y otras muchas consideraciones de Ignatieff. El portavoz de En Marea regresa a la judicatura, después de cuatro años, que arrancaron con ilusión y esperanza, aunque pronto surgieron los desencuentros, el descontento y la decepción con una nueva política que se parecía mucho a la vieja, trufada de traiciones, peleas de egos y decisiones que se seguían cocinando en los despachos.

Villlares, jurista comprometido con la defensa de los derechos sociales y el idioma gallego, es una víctima. También cometió errores, la mayoría tácticos, y el mayor fue que pecó de ingenuo. El espacio rupturista (Podemos, EU, Anova, las mareas locales, ...) recurrió a él por su currículo brillante para ser cabeza de cartel de la Xunta en 2016, pero ello no implicaba darle las llaves de la nueva plataforma política. Querían su caché para apuntalar el proyecto, pero no regalarle En Marea, ni poner a su libre y entera disposición lo que ellos habían tejido durante años desde ámbitos minoritarios. Y mucho menos cuando los resultados de 2016 no fueron tan buenos como se esperaban. Los "hombres de negro" que decía Ignatieff querían su cara bonita, pero seguir ellos moviendo los hilos. Y Villares les salió rana.

El magistrado se va dolido y decepcionado. No es el único. Y este es el gran drama. En Marea es el gran experimento fallido de la política gallega, y la deserción de los electores empezó hace ya tiempo. Hasta casi 410.000 gallegos apostaron por este nuevo sujeto político. Fue su mejor marca. Eran las elecciones generales de 2015. Así lograron seis diputados en el Congreso. Cuatro años después, en los comicios de 2019, ya solo sumaban 186.260 votos y dos escaños. Al margen, ya se había quedado el grupo de Luís Villares y Anova, que ahora ha vuelto al redil.

La marca En Marea está abocada a la desaparición con la marcha del magistrado y los restos del naufragio se concentran en torno a Podemos y EU. Anova y las mareas locales se han sumado de nuevo a la candidatura, porque lo contrario sería firmar el acta de defunción. Concurrirán a los comicios del 5A bajo el paraguas de Galicia en Común y con Antón Gómez Reino como cabeza de cartel. Entonces sabrán cuál es su suelo. Ya dan por hecho que el BNG les adelantará en votos y escaños.

¿Por qué falló En Marea y por qué puede fallar Galicia en Común ahora? Porque había demasiados gallegos en el corral. Porque era el resultado de sumar organizaciones diferentes, todas de izquierdas, sí, pero todas poniendo el acento en campos distintos (nacionalismo, ecologismo, anticapitalismo, rupturismo, ...) y todas querían su cuota de poder, mandar y fijar criterio. Pensaron que se podía hacer de la necesidad, virtud, y unirse en aras de un bien común, pero la convivencia de familias políticas diversas solo es posible con mucha generosidad, y si no se pierde vista el interés general como único motor de acción. ¿Habrán aprendido la lección?

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