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El 'Brexit' desde una mirada personal

El día que tanto se hacía esperar finalmente llegó el pasado 1 de febrero. Lo lógico sería aprovechar estas líneas para hablar de los efectos negativos del Brexit sobre el comercio, los servicios sociales, turismo, educación. La economía en general. También podría exponer los pasos a seguir hasta alcanzar el acuerdo definitivo sobre la relación futura entre la UE y el Reino Unido. El pacto, que previsiblemente se alcanzará en un año, determinará unas condiciones no tan dispares a las existentes con países extracomunitarios como Noruega o Suiza. Mi convicción para hacer esta afirmación se basa en los claros intereses comunes para que un proceso que no beneficia a nadie, sea lo menos dañino posible para la sociedad.

Pero mi pretensión en esta entrada era tratar el asunto desde una perspectiva más sentimental y personal. Aquel 23 de junio de 2016 acababa de terminar el primero de los dos años del máster que estaba cursando en Londres y aprovechaba el verano para realizar unas prácticas en una consultora de Madrid. Cuando me preguntaban sobre mis impresiones en relación al referéndum, siempre respondía que la victoria de la opción de permanencia en la UE ( remain) era indiscutible, el resultado lógico. Al fin y al cabo, solo los populistas defendían tan insensata e ilógica medida como abandonar la UE ( leave).

La noche de la votación me acosté con la imagen de Nigel Farage, líder del euroescéptico partido UKIP, sumergido en lágrimas de cocodrilo lamentándose de su derrota. Cual sería mi sorpresa a la mañana siguiente al despertarme con la inesperada noticia? Fueron muchos los sentimientos que me embargaban aquel día: qué habíamos hecho para merecer que los británicos decidieran que no nos querían ahí? Por qué te hacían sentir parte de una gran familia y de la que ahora te expulsaban? Cómo se llegó a una decisión tan reaccionaria en un país cuya capital sustenta el cetro mundial del multiculturalismo? Una mezcla de tristeza, rabia y mucha frustración nos recorría el cuerpo a los millones de 'expats' que vivíamos en las islas británicas por aquel entonces.

Inmediatamente vinieron las primeras consecuencias económicas, el sentirte extranjero en una ciudad en la que casi escuchabas más español que inglés, o las dudas sobre la posibilidades laborales y de residencia futuras. Pero también le siguió un fuerte consenso, por parte del resto de miembros de la Unión, de afrontar el reto que se avecinaba unidos y con una única estrategia marcada por la Comisión Europea. A su vez, afloró un fuerte sentimiento de apoyo por parte de muchos británicos, disculpándose por la decisión que su país acaba de tomar. No olvidemos que la mayoría de los jóvenes eran firmes defensores de la permanencia y se afanan por limitar las consecuencias del Brexit. Ellos veían como la generación de sus abuelos y los habitantes del rural (donde residen la menor parte de los inmigrantes) les habían limitado las opciones de crecimiento y desarrollo futuros de manera injustificada, irracional y egoísta.

En unos meses sabremos los condicionantes sobre la relación que mantendremos con nuestros vecinos durante los próximos años. Pero si en algo coincidimos quienes sufrimos el Brexit desde dentro, es en que veremos al Reino Unido solicitar de nuevo el reingreso en el bloque comunitario, la cuestión será el cuándo y el cómo.

*Analista en una Institución Financiera Internacional europea

@j_oterob

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