Las últimas elecciones al Parlamento gallego se celebraron el 25 de septiembre de 2016. Cuando estaba prácticamente agotada la legislatura, en uso de sus facultades, el presidente Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a convocar las pertinentes elecciones autonómicas para el próximo 5 de abril. Hace cuatro años votaron 1.438.054 electores, lo que representó el 63,75% el censo; se abstuvieron 817.702, el 36,25%; se contabilizaron 14.486 votos nulos, el 1,01; y votaron en blanco 13.960, el 0,98%. Y los 75 escaños se repartieron del siguiente modo: 41 para el PP, 14 para En Marea, 14 para el PSOE, y 6 para el BNG-NÓS. Las restantes formaciones políticas no alcanzaron el porcentaje de votos necesarios para obtener representación parlamentaria.

¿Qué sucederá el 5 de abril? Ante todo, conviene recordar que las elecciones gallegas de septiembre de 2016 tuvieron lugar bajo otras circunstancias: fueron algo más de dos meses después de las elecciones generales del 19 de julio de 2016 y en ellas el PP había obtenido 137 escaños, el PSOE 84, Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea 67, y Ciudadanos 32. Estos resultados dieron el Gobierno de España al PP, por lo que es comprensible que dos meses después los gallegos siguieran confiando en el PP y que hasta le otorgaran la mayoría absoluta de 41 escaños, 3 más de los 38 necesarios.

Pues bien, recordado lo que antecede, pienso que no es fácil predecir cómo se va a comportar el electorado el 5 de abril venidero. Y es que hay algunas cosas que han cambiado sensiblemente y de las que no es fácil aventurar cómo influirán en las próximas elecciones. Entre ellas, me parecen especialmente significativas las tres siguientes.

La primera es que el actual Gobierno de España no está formado por el PP, como sucedía en septiembre de 2016, sino por una coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, y gracias al apoyo implícito del partido independentista ERC y de la formación filoterrorista EH-Bildu. Otro dato importante es que Pedro Sánchez reiteró por activa y por pasiva a lo largo de toda la campaña electoral que nunca gobernaría con Unidas Podemos y que jamás se apoyaría en los separatistas catalanes y en los filoetarras. Este es un hecho indiscutible y no un asunto opinable, y se desconoce si puede tener algún efecto positivo o negativo en los votantes gallegos. Lo que quiero decir es que al ser las elecciones gallegas las primeras que se celebran (junto con las vascas, pero estas son más singulares) tras la contradicción de lo que dijo el PSOE durante la campaña y lo que hizo después de conocidos los resultados, no hay ninguna certeza sobre si el comportamiento del PSOE le acabará pasando factura el 5 de abril.

La segunda circunstancia relevante son determinadas decisiones que ha tomado el gobierno PSOE-Podemos en sus primeros días de actuación. El Gobierno de España está lastrado por unas facturas originadas en la investidura que están ahondado el ya importante desequilibrio entre Cataluña y las demás comunidades autónomas de España.

En efecto, a su reunión con el presidente Torra, Pedro Sánchez llevó bajo el brazo la propuesta programática titulada la "agenda para el reencuentro", que está prácticamente calcada de la relación de 46 puntos que en febrero de 2016 el anterior presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, quiso resolver con el entonces jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, y que van a suponer un reguero de inversiones en Cataluña. En cambio, las demás comunidades autónomas en la última reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera conocieron la decisión del Gobierno de España de no devolverles el IVA que les tiene retenido, obligándolas a reclamárselo judicialmente.

Y la tercera y última circunstancia es la incierta configuración del caladero de votos de los que se nutre el PP. El voto del centro derecha podría estar fuertemente influido por dos factores: el peso histórico del PPdeG y los resultados de las últimas elecciones generales.

El PP -actor principal en estas elecciones- parte con el reto de revalidar una vez más la mayoría absoluta. No lo va a tener fácil porque, aunque es el partido más asentado y con más presencia en Galicia, puede que sufra el desgaste del poder. Y en cuanto a lo que cabe deducir de las dos últimas elecciones generales, conviene recordar que en las de abril de 2019 el PP obtuvo solo 66 escaños y que si bien mejoró en noviembre 89 escaños, dicho partido está todavía lejos de sus resultados históricos.

El otro partido que capta votos en el electorado del centro es Ciudadanos. Este partido, a pesar de que solo ha obtenido 10 escaños en las generales de noviembre, recibió 1.650.318 votos en toda España, que no son pocos. A este dato hay que añadir que en las gallegas de 2016 lo habían votado 48.030 electores. Finalmente, de VOX solo puede señalarse que viene con una relevante trayectoria ascendente, ya que en las generales de noviembre de 2019 obtuvo 3.656.979 votos y 52 escaños.

Todo lo hasta aquí dicho permite afirmar que el PPdeG seguirá siendo el partido con más escaños. Cuestión distinta es si perderá o no la mayoría absoluta. Pienso que no todo depende del electorado, sino de las propias ofertas que le hagan los partidos. Por eso, si el PPdeG no quiere desperdiciar ni un solo voto, debe abrirse con generosidad y a tiempo (pasadas las elecciones a lo mejor ya no es posible) a fórmulas electorales que, partiendo del innegable reconocimiento de su enorme peso en la derecha, hagan posible concentrar en torno a una propuesta electoral los votos de todos aquellos que aman la libertad, que se resisten al creciente catálogo de prohibiciones con las que se nos viene asediando, y que se encuentran a gusto en una convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo.