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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La épica

Es posible, y hasta probable -porque las encuestas, aunque optimistas, no lo son tanto como para que el PPdeG y su presidente den por hecha la tarea de renovar la mayoría absoluta-, que cuando el señor Núñez Feijóo dijo ayer a sus compañeros de Junta eso de "nos partiremos la cara por Galicia" alguno de los presentes sintiera la tentación de matizar que "primero hay que cuidar de que no nos la rompan a nosotros". O algo parecido, porque si un orador escoge la épica como estilo de arengar, nunca se sabe cómo puede responderle su mesnada.

En todo caso, su señoría despejó de forma oficial lo que todos sabían oficiosamente: que el mareo de la perdiz electoral se había terminado y que don Alberto sería ratificado por aclamación candidato a su cuarta legislatura. Era lo único posible porque el poco plazo entre el anuncio del 5-A como fecha y los preparativos no permitirían otra cosa ni otro aspirante. En el caso -del todo improbable- de que lo hubiera, porque al fin y al cabo cuando se opta por la épica hay que disponer de un caudillo al menos indiscutido por la tropa que ha de dar la batalla. Eso, o el harakiri.

(Una de las normas elementales en el catón de la ciencia electoral -si es que hay alguno- apunta a que la condición de caudillaje ha de resultar también clara para una parte -cuanto mayor, mejor- del electorado. Incluso entre sus adversarios y, por supuesto, los indecisos por si la inercia de lo conocido les lleva a no correr riesgos. Máxime cuando el candidato del PPdeG apenas tiene enfrente líderes que afrontar; acaso con la excepción de la nacionalista Pontón, pero aunque aumente -y lo hará- sus apoyos, juega en contra la radicalidad de su mensaje para optar con garantías a encabezar el "frente popular" que anuncia el PSOE.

Y ahí, probablemente, puede estar el hándicap con que el endeble aspirante socialista cargará desde el inicio de la carrera. Primero, porque da por hecha su derrota al asumir que necesitará de terceros para lograr su objetivo y, segundo, dado que su poca fe de victoria se apoya en gentes que no son de fiar. Los Presupuestos Generales para 2020, cuya redacción inicial se anunció ayer, ha de satisfacer a tantos que los que se consideran convencidos -don Gonzalo ejerce de eso- van a pintar muy poco en el reparto. Y el Gobierno central no tendrá tiempo hasta abril para deshacer los entuertos ya cometidos con Galicia).

Es por todo eso, además de otro puñado de motivos, por lo que el presidente Feijóo parece haber elegido la épica de los mamporros -en sentido figurado, claro- antes que el sosiego centrista del que se proclama adepto. Aparte de que, en opinión personal de quien escribe, con ese estilo -reforzado por la idea, cierta, de que es él contra el resto del mundo político- tendrá un margen mayor para que la gente del común olvide sus aparentes dudas, excesivas, de si presentarse o no y que podrían jugar en su contra. Y en ese esquema global, no faltará quien, en el momento oportuno, resalte ese factor -de solo ante el peligro- con la frase aquella de "¿quién dijo miedo...?" con la que el tímido afrontaba sus temores. Ahora solo queda esperar y ver.

¿No...?

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