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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

El gusto por la prosopopeya

El recibimiento al presidente del Gobierno español por parte del presidente del Gobierno de la Generalitat catalana fue objeto de sarcásticos comentarios en los medios. Más ácidos cuanto más a la derecha. El señor Torra dio la bienvenida al señor Sánchez en el Palau con el ceremonial propio de una visita de Estado entre dos naciones soberanas. Hubo, como suele marcar el protocolo de esta clase de actos, alfombra roja y revista a las tropas que les rindieron honores.

En las imágenes puede apreciarse a los dos mandatarios pasando por delante de una dotación de Mossos d' Esquadra que presentan armas con uniforme de gala. Un uniforme muy peculiar porque incorpora una versión modificada del sombrero de copa, chaleco abierto y en los pies unas alpargatas de color azul claro. Los Mossos d' Esquadra (la policía integral de la comunidad autónoma catalana) fueron una creación de la administración borbónica allá por el año 1719 a partir de unas escuadras de paisanos armados y bajo diversas formas y estructuras pasaron a depender de la Generalitat republicana en 1932 hasta que fueron disueltas por la dictadura franquista en 1939. Con la instauración del Estado de las Autonomías fueron resucitadas por los nacionalistas y ahora con unos quince mil efectivos se han convertido simbólicamente (en el procés casi todo es simbólico) en el embrión de un imaginado ejército catalán. Durante los agitados días del referéndum ilegal, de las leyes de desconexión y de la fugaz declaración unilateral de independencia que concluyeron con la aplicación del artículo 155 de la Constitución y la fuga de Puigdemont y compañeros mártires, la fidelidad de los Mossos a la legalidad vigente fue puesta bajo sospecha. Hasta que la opción más sensata por la nómina funcionarial (los Mossos no dejan de ser funcionarios al servicio del Estado que les paga) se abrió paso. Tanto que, su jefe, el mayor Trapero, aquel que salía en los telediarios paseando gallardamente como Gary Cooper en Solo ante el peligro, manifestó ante el tribunal que lo juzga que tenía preparado un dispositivo para detener al presidente Puigdemont y a todo su Gobierno. La escandalera mediática sobre el ceremonial desarrollado en Barcelona no cesó durante un tiempo hasta que se supo que escenas parecidas se habían desarrollado en el pasado en distintas ocasiones y con distintos personajes políticos.

Una revelación que no nos proporciona consuelo en la medida que nos descubre un provinciano y un tanto ridículo gusto por los excesos protocolarios y los oropeles peliculeros propios de Sissi Emperatriz en nuestra clase política. Habrá pues que estar atentos a los ceremoniales de recepción al presidente del Gobierno en cada autonomía, si Sánchez cumple con la promesa de visitarlas todas. En Euskadi seguramente lo saludarán con una revista a la Ertzaintza y uno de esos gimnásticos bailes amenizados con música de chistu; en Aragón, con una vibrante jota; en Asturias y Galicia, con gaiteros; en Andalucía, con un cuadro de baile flamenco; y así sucesivamente. Pionero en estos fastos fue don Manuel Fraga Iribarne que celebró sus sucesivas tomas de posesión como presidente del Gobierno de la Xunta de Galicia con la presencia de cientos de gaiteros. Nos pierde el gusto por la prosopopeya.

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