Con tantas mentiras jamás sabremos con certeza quién dice la verdad y quién miente. Las dudas no están despejadas siquiera con Sánchez, que ya ha aprendido a no saber distinguir entre uno y otro. El problema es que la mentira crea escuela y banaliza la categoría del ser humano veraz que va camino, además, de convertirse en una especie en extinción.

Por ejemplo, aún colea el "Delcygate" por el empeño del Gobierno en taparlo y de la oposición y de algunos periódicos en mantenerlo vivo. No hay nada que despierte más la curiosidad que algo oscuro de lo que se quiere pasar página sin estar resuelto y teniendo el convencimiento de que no existe la menor voluntad en aclararlo. En el periodismo se ha dicho que una noticia es aquello que alguien no quiere que se publique. Una buena definición que al oficio le servía para promocionarse como un contrapeso necesario del poder.

Las seis versiones de Ábalos sobre el encuentro que mantuvo con la vicepresidenta chavista de Venezuela son seis mentiras o no verdades, una tras otra, que han contribuido a hacer de una escala ilegal una verdadera intriga por lo que supuestamente se esconde detrás de ella. Hasta el momento nadie ha ofrecido una explicación convincente de los movimientos en el aeropuerto de Barajas. No sabemos a qué vino en realidad Delcy Rodríguez, por qué no se detuvo o deportó a la número 2 de Maduro acusada por la UE_de vulnerar los derechos humanos, con quién habló y de qué tipo de cosas. La Moncloa, que hasta ahora se había dedicado a capear el temporal, desmiente que lo hiciese telefónicamente con Sánchez porque Caracas no acaba de fiarse del giro emprendido en su política y exige garantías de omertá hacia su socio Podemos.