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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Cuerda, un gallego vocacional

Todos los aficionados al buen cine tenemos una deuda de gratitud con José Luis Cuerda que acaba de morir a los 72 años, una edad en la todavía podíamos esperar de él nuevas muestras de ingenio. Y de manera especial debemos de sentir esa deuda los gallegos porque el director manchego acreditó en su trayectoria vital un profundo amor a Galicia a sus cosas y a sus gentes. Aquí rodó algunas de sus películas más conocidas, como "El bosque animado" una adaptación de la novela del escritor coruñés Wenceslao Fernández Flórez, y "La lengua de las mariposas" sobre otra obra del también escritor coruñés Manuel Rivas. Y aquí creo, en el concello ourensano de Leiro, una bodega desde la que puso en el mercado un blanco del Ribeiro de más que aceptable calidad bajo la marca San Clodio.

Suele darse en el mundo artístico (y el cine, aunque es una industria, también pertenece a él) que algunos de los que lo habitan se sientan atraídos por un paisaje que no es forzosamente el de su nacimiento y, luego, una vez encontrado fijen allí su residencia y en ocasiones hasta trasplanten allí sus raíces, si es que esto fuere posible. Gentes que vienen de los países fríos quedan seducidos por el color y los aromas de los países cálidos; pálidos y alborotadores barbudos pelirrojos quedan extasiados ante unos rasgados ojos orientales. Y así sucesivamente. Es cosa sabida que el poeta chileno Pablo Neruda vivía en un lugar inhóspito de la costa de su país frente al océano Pacífico por el que sentía una irresistible atracción; que el escritor británico Gerald Brenam encontró su razón de ser y de vivir en un pueblo andaluz; y que el gran novelista escocés Robert L Stevenson (el autor de "La Isla del Tesoro") publicó un delicioso librito describiendo lo que el consideraba que debería de ser el entorno de la vivienda de un hombre feliz. Con José Luis Cuerda ocurre algo parecido.

El genial cineasta manchego encontró en Galicia, en su paisaje y en sus gentes el lugar ideal para desarrollar los frutos de su imaginación. Por ejemplo, en el caso de la descacharrante, subversiva, genial y algo locoide "Amanece que no es poco" que con el paso de los años va camino de convertirse en un clásico. La película no se rodó en Galicia pero los personajes, las ocurrencias y los diálogos tienen un aroma inconfundible a humor gallego, que no es ni mejor ni peor que otros, pero que es distinto. Especialmente, al mezclar sabiamente la realidad con la ficción, de tal forma que nunca se sabe con certeza si estamos ante una cosa o la otra. En "Amanece que no es poco" hay hallazgos fabulosos como esos guardias civiles que adoran la lectura de Faulkner, elecciones para escoger cual de las vecinas va a ser puta durante una temporada, o alcaldes necesarios para ciudadanos contingentes. Por no hablar de esa escena en la que un padre (Luis Ciges) le pide a su hijo (Antonio Resines) que lo respete ya que van a compartir cama. La Xunta de Galicia debería de conceder, a título póstumo, una de sus medallas Castelao a José Luis Cuerda, ese gallego vocacional.

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