Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas, y lo que pasa en Wuhan se queda en Wuhan, o eso al menos pretendían las autoridades chinas cuando apareció el nuevo coronavirus, allá por diciembre.
Compramos en AliExpress y en el chino de la esquina y manejamos móviles fabricados en China -también los de Apple-, y por eso olvidamos a menudo que el gigante asiático es una dictadura comunista en la que la difusión de la información está sometida a un estricto control estatal. La investigación de "The New York Times" que citamos abajo en esta página confirma lo que se sospechaba: que el secretismo que impusieron las autoridades chinas al comienzo del brote y su negativa a informar a la población dificultó que la propagación del virus fuese atajada de forma rápida y eficaz.
Item más, la falta de una prensa local libre en China impide saber si esas fotos que se están difundiendo de personas desplomadas en plena calle tienen que ver o no con la enfermedad, y abona el terreno a los bulos y a las teorías conspiranoicas Una vez más se demuestra lo perjudicial que puede resultar la censura previa. Incluso para la salud.