En Sobre el olvidado siglo XX, Tony Judt escribió que "no solo no hemos sido capaces de aprender mucho del pasado sino que mostramos el convencimiento de que el pasado no tiene nada que enseñarnos". El historiador británico reconocía que, a juzgar por las constantes conmemoraciones que se realizan sobre determinados acontecimientos, dicha afirmación podría parecer extraña. Las ciudades están plagadas de museos y parques históricos temáticos, pero "la gran mayoría de los lugares de la memoria oficial del siglo XX son reconocidamente nostálgico-triunfalistas -elogio de hombres famosos y celebración de famosas victorias- o, y cada vez más, para reconocer y recordar un sufrimiento selectivo". El problema que tiene esta (en ocasiones bienintencionada) representación del pasado, a juicio de Judt, no es su descripción, es decir, que carezca de fundamento o que no se ajuste a la realidad, sino el mensaje que transmite: "que hemos dejado atrás todo eso, que su significado está claro y que ahora podemos avanzar hacia una era nueva y mejor".

Esta memoria selectiva y fragmentada podría facilitar una reinvención del monstruo totalitario, porque este último se presentaría en sociedad con una nueva vestimenta, oculto a simple vista, exhibiendo símbolos distintos y matizando o variando algunos de sus dogmas, para así poder atravesar, sin ser detectado, el control de seguridad de las incautas democracias. Algunos términos, como nacionalismo y soberanismo, también adquieren, de ese modo, un carácter oportunamente polisémico: su significado depende de los intereses políticos. De ahí, quizás, la confusión del exministro del Interior italiano Matteo Salvini, cuando un día se fotografiaba con una estelada y otro día felicitaba a sus "amigos" de Vox.

El Brexit fue impulsado, entre otras cosas, por un movimiento soberanista. Boris Johnson, mientras el Reino Unido abandonaba oficialmente la Unión Europea, celebró en su discurso la "soberanía recapturada", sugiriendo que hasta entonces no eran un estado independiente por culpa de esta organización supranacional y que habían alcanzado por fin la libertad, obviando asimismo los periodos de crecimiento económico y las largas décadas de paz y estabilidad en el continente. Algunos independentistas catalanes dicen no ser nacionalistas, arguyendo además que Cataluña mantiene con España una "relación colonial", pero su proyecto de secesión abarca un territorio, los llamados Països Catalans, más extenso que el de la comunidad autónoma, y la consumación lógica e inexorable de tal planteamiento sería la independencia y construcción de una nación, la cual podría requerir, por parte del nuevo estado, una medidas similares a las anteriormente calificadas, desde ese entorno ideológico, como "opresoras". Edward Said, en sus Reflexiones sobre el exilio, recordaba que en los escritos de un buen número de nacionalistas aparece un claro tema antinacionalista. Esa contradicción surgía a veces de la respuesta que se daba a una pregunta ardua: ¿y si los tuyos asumen todo el poder, el poder de discriminar, dominar y homogeneizar al país?

La memoria histórica suele enfocarse, con todo el buen sentido, en un periodo concreto, la represión franquista, a fin de reparar el daño sufrido por las víctimas, y también debería incluirse, por supuesto, la persecución, asesinato y exilio de otros ciudadanos, sobre todo en el País Vasco, durante la Transición y la democracia. En palabras de la escritora Edurne Portela: "Las políticas de memoria no deberían depender de los intereses de los partidos políticos, sino responder a la necesidad de víctimas que no hayan tenido el reconocimiento y el proceso debido de reparación". Si queremos aprender del pasado, como decía Judt, no solo tenemos que dejar de politizar el dolor; también es necesario conocer todos los hechos y afrontarlos, por muy incómodos que nos resulten, evitando estudiar la historia "a través del vector particular de un sufrimiento" y poder así comprender mejor los significados de ciertos términos, para no invocarlos con tanta frivolidad y, sobre todo, para no repetir los errores que, años después, hicieron necesaria la creación de unos lugares de la memoria.