Cae de cajón que la Guardia Civil debe mantener su cuartel principal en Vilagarcía por una razón tan sencilla, tan de Perogrullo, como que se trata de la ciudad más importante de las comarcas de O Salnés y de Caldas, ámbito de influencia de este cuerpo que el Duque de Ahumada fundó para seguridad en el rural.
El primer y más claro fundamento debe basarse, por tanto, en el tamaño de la población y baste pensar en otras metrópolis como Pontevedra o Vigo, cada una con sus competencias, en las que a nadie se le ocurre un traslado a Chandebrito o a Muimenta por poner ejemplos de proximidad.
Tampoco es válido el argumento de la equidistancia que alega Vilanova, cuyo alcalde contraprogama a sus compañeros de Vilagarcía o a quien haga falta. En todo caso, el centro geodésico para las comarcas de O Salnés y Caldas/Ullán está en las inmediaciones del macronudo de Curro, por lo que Meis o Meaño, como se puede observar en Google Maps, debería acaparar el servicio.
¿Para qué pensar en el bienestar de las familias del cuerpo armado? Facilitarle la estancia, la cercanía de servicios educativos, sanitarios, de las tiendas, de las zonas de ocio es una sinrazón. Para algo llevan ese gen militar que se adapta a cualquier hábitat o condiciones infrahumanas ¡Ya se ve cómo resisten en las ruinas de San Roque!
Ironía aparte, el instituto armado tiene funciones importantes en la capital arousana donde se asienta un Puerto de Interés General del Estado por lo que las funciones fiscal y de fronteras permanecen entre sus competencias. Y más ahora que ya entró en vigor el Brexit, con todo lo que conlleva. Pero Vilagarcía también aporta algo más. Y es que tiene rural como se observa en el mismo mapa del móvil. O Sixto, Cea, Castroagudín son claros ejemplos en los que los vecinos llaman a la Guardia Civil cuando necesitan de cualquier tipo de auxilio, será por que se sienten con los mismos derechos que los de Barrantes, Vilanoviña o Zacande.
También es verdad que los Patrol de la Guardia Civil se han renovado y desde Cambados llegarían en un santiamén casi a cualquier lado. Los sesenta kilómetros de punta a punta se hacen en nada con las sirenas encendidas. A 120 por hora, son solo 30 minutos.
