Casi toda mi carrera académica y profesional se ha desarrollado en el extranjero. Rodeado de foráneos es cuando uno entiende la importancia de sus raíces y valores. La morriña es real, pura tristeza, pero también es orgullo y sentido de pertenencia. En mi caso, siempre me ha llevado a difundir las maravillas de mi país, España, y la magia de mi tierra, Galicia, sin perder de vista todo lo que queda por hacer y lo que necesitamos mejorar.

Asumo mi escaño en el Parlamento Europeo coincidiendo con el Brexit. He leído informes en los que se asegura que el impacto de este doloroso divorcio en la economía gallega va a ser relativamente moderado, debido a la diversificación de nuestro tejido productivo. Quizá, pero eso va a depender de la negociación que se abre ahora para definir la futura relación entre Londres y Bruselas.

Hay que estar muy atentos, porque Galicia exportó a Reino Unido en 2018 por un valor superior a los 1.600 millones de euros, un 12% más que en 2017, y el mercado británico es el cuarto cliente de las exportaciones gallegas. Estamos hablando del automóvil y del textil -los dos capítulos más importantes- pero también de los bienes de equipo, la alimentación y la pesca: hay en torno a 150 barcos que faenan en aguas bajo control británico, desde las lejanas Malvinas hasta el Gran Sol.

Hay que estar muy atentos, insisto, porque lo importante viene ahora, las negociaciones entre la UE y el Reino Unido para definir la relación futura. En teoría, este proceso debería concluir el 31 de diciembre, pero es difícil que dé tiempo a resolver todo lo que hay que discutir después de los 47 años del Reino Unido en el club europeo. Habrá que establecer prioridades, y de que esa negociación concluya positivamente depende que haya o no barreras arancelarias para exportaciones e importaciones.

Aunque Londres ya no sea miembro de la UE, durante este periodo los compromisos se mantienen. Pero en el futuro habrá cambios; y desaparecerá la aportación británica al presupuesto comunitario, lo que se notará desde luego en el sector agrario.

Si dentro de once meses existe ese acuerdo económico y comercial, se aplicará desde el 1 de enero de 2021. Si no, habrá lo que se conoce como Brexit duro. Esa sería la peor perspectiva para todos, incluida la economía de Galicia. Además de los obstáculos tarifarios, sería muy perjudicial tanto la eventual devaluación de la libra esterlina como las consecuencias de un posible enfriamiento de la economía británica.

Mi compromiso, como decía al principio, es no abandonar esta vigilancia y defender los intereses de los sectores económicos gallegos y españoles que puedan verse afectados por la negociación que delimitará las futuras relaciones entre el Reino Unido y la UE. Y a eso me voy a dedicar con ahínco, pasión y responsabilidad los próximos cinco años en el Parlamento Europeo. No dejaré piedra por remover para que España y Galicia estén en el lugar que les corresponde en Europa.

*Eurodiputado de Ciudadanos