Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Préstamos del inglés

Me reconviene con razón un buen amigo lingüista y atento lector de mis textos por utilizar en uno ellos la palabra "disruptor", tomada en préstamo del inglés, para calificar al errático y autocrático presidente de EE UU, Donald Trump.

"Perdona, pero ya conoces mi posición militante, y cada vez más, contra ese inglés que todo lo invade", se justifica mi amigo, a quien no le sirve de atenuante el que yo mismo calificara irónicamente en mi columna de "palabro" el calificativo utilizado en el título.

"En la jerga pedagógica se ha impuesto también esa palabra para decir, por ejemplo, que un chico es un "alborotador". Pero existen en nuestra rica lengua tantas otras que podríamos utilizar como, por ejemplo, "desquiciador" o, añade irónicamente, "armafollones" o "tocapelotas".

Hay muchas más que podrían aplicarse, se le ocurre a uno, al político más inmoral, y habido otros antes, que han ocupado la Casa Blanca, un racista y misógino que parece tratar a su país y al resto del mundo como si fuera su particular empresa.

Menciona también mi amigo otros ejemplos de préstamos inapropiados de una lengua que cada vez es menos de Shakespeare o Byron y más del mundo de Silicon Valley y Wall Street.

Está, por ejemplo, la palabra "contratista", aplicada a ese estadounidense que murió recientemente en un ataque a una base militar iraquí y que fue el pretexto buscado por Washington para liquidar al general iraní Qassem Soleimani.

"Contratista" parece un eufemismo para designar a quien deberíamos llamar directamente "mercenario" porque se trata normalmente de empleados de empresas privadas de seguridad o defensa.

Esas empresas, entre las que podríamos citar a Blackwater (hoy Academi) que han firmado jugosos contratos con el Pentágono para asumir tareas que normalmente corresponden a policías o militares, permiten a Estados Unidos y a otros países que recurren a ellas eludir impunemente el derecho internacional humanitario.

Tampoco es capaz de entender mi amigo por qué los periodistas nos referimos casi siempre como "congresistas" a los miembros de la Cámara de Representantes de EEUU cuando en castellano "congresista" es simplemente alguien que acude a un congreso y no un legislador.

Por haber trabajado durante muchos años en una agencia informativa internacional, conozco las prisas con las que los periodistas se ven obligados a redactar sus noticias y a traducir muchas veces despachos directamente del inglés. Ello no debería justificar tales descuidos, fruto con frecuencia de la pereza o incluso del olvido del propio idioma.

Es la pereza, el esnobismo o la falta de imaginación, la que hace que cada vez uno lea o escuche por radio o televisión palabras como "prime time" (horario de máxima audiencia), "break" (descanso), "look" (aspecto), "casting" (audición), "pole position" (primera posición), "e-mail" (correo electrónico), "start-up" (empresa emergente) e incluso auténticos disparates como "footing" por "correr a ritmo moderado".

Efectivamente, el inglés, o esa especie de lingua franca que algunos han dado en llamar "globish" ( de global y english) lo invade últimamente todo gracias a la jerga económica, a los avances tecnológicos y sobre todo a la omnipresente publicidad, auténticos caballos de Troya con los que el neoliberalismo y el consumismo imperantes pretenden controlar hasta el último resquicio de nuestras vidas.

Compartir el artículo

stats