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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Estalla la guerra sexual

Más que la Guerra Civil, a la que tanto aluden otra vez izquierdas y derechas, lo que ahora mismo está en puertas es un conflicto armado entre hombres y mujeres. La lucha de clases teorizada por Marx no pasa de ser una antigualla decimonónica que las -y los- marxistas 4.0 han sustituido por la mucho más revolucionaria guerra de los sexos.

En el bando de los hombres militaría la derechísima de Vox, que alienta a luchar contra las lagartonas que quieren quedarse con el piso y los niños, aprovechando las pérfidas leyes de género. Enfrente tienen a las huestes de la ultraizquierda de Podemos, partido que ha hecho suya la caballerosa causa de las señoras y no para de arremeter contra los heteros, los patriarcas y los varones en general.

Su última propuesta, expresada por boca de una alta carga gubernamental al mando del Instituto de la Mujer, consiste en sodomizar a todos los hombres sin excepción, para que vean de qué va ese palo.

Ninguna novedad hay en esta penetrante idea, por moderna y hasta rompedora que pueda parecer. Hace ya más de medio siglo que la norteamericana Valerie Solanas escribió su famoso "Manifiesto para el exterminio del hombre", basado en la natural inferioridad del sexo masculino. El varón sería, a juicio de Solanas, un pozo de vicios que contamina a la mujer con sus lujurias. Solo la variante femenina de la especie podría alcanzar el rango de ser humano propiamente dicho (o dicha), una vez liberada de la nefasta influencia del hombre.

Solanas, que acabó en un psiquiátrico tras tirotear a Andy Warhol, iba más allá de la penetración anal propuesta ahora por Beatriz Gimeno. Corre la leyenda de que la activista antimachos blandía unas tijeras a modo de amenaza contra ciertos colgajos que los varones lucen con imprudente soberbia en la entrepierna.

Menos radical en sus propósitos, la directora del Instituto de la Mujer se limita a abogar por la sodomía generalizada de los varones, al objeto de que se igualen a las mujeres en las técnicas estrictamente mecánicas del coito. En realidad, esta es una práctica que los gais ejercen ya libre y gozosamente; pero es que la severa gobernanta no les perdona su condición masculina. En una reciente entrevista les reprochó que, "con su imagen musculada y machuna, a veces desprecian la pluma; y algunos no se relacionan con las mujeres más que desde la superioridad".

A la innovadora Gimeno le dan réplica, como ya se dijo, los líderes de Vox que no consiguen disimular su tirria a las mujeres. Tanto es así que uno de los objetivos del partido de Abascal es la abolición de las leyes de género, por degeneradas; y la igualación a las mujeres de los varones ahora discriminados por esas normas.

Todo esto anticipa una previsible guerra sexual entre las dos Españas, que, sobra decirlo, está condenada al fracaso. Una batalla entre señoras y caballeros sería la única en la que los dos bandos contendientes correrían a abrazarse -en lugar de matarse- los unos a las otras y los otros a las unas.

A lo sumo, la contienda se libraría, previo consenso, en el dulce Campo de Marte de las sábanas; y el final feliz estaría garantizado. Lo de sodomizarse quedaría al gusto de cada cual, diga lo que diga la combativa Gimeno. Ni ella ni sus contrincantes del otro bando sexual parecen haber caído en la cuenta de que España es un país más o menos libre. Las guerras, aunque sean de sexos, quedan para el abuelo Cebolleta.

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