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Se nos fue Jaime Núñez

Se nos fue para siempre un vigués que, por su edad nonagenaria, vio crecer el último Vigo y no solo él sino ya sus ascendientes tuvieron que ver con ese desarrollo de la ciudad como dejan en evidencia calles de Vigo que llevan sus nombres. Hablo de Jaime Núñez Fernández de la Cigoña, 7 hijos, 30 nietos y 8 biznietos. Bisnieto él de Manuel Núñez y de María Berdiales, casado con Marisa Gallego, bisnieta también del alcalde de Vigo, Manuel Verde. Jaime fue propietario con su hermano José Luis de la empresa Adhesivos Industriales Núñez (AINSA), sita en Porriño y heredada de su bisabuelo Ángel Núñez Berdiales aunque tras el trágico incendio cedió sus acciones a su hermano y fue delegado de la multinacional alemana Symrise. Su familia fue propietaria de La Quinta, una casona gallega situada detrás de lo que fue colegio Cluny y cerca de la Enseñanza, centro que se levantó en su tiempo en unos terrenos de la familia que llegaban por María Berdiales hasta Ecuador y aledaños. Muy conocido en el Vigo de su tiempo, con él se va la memoria viva de una floreciente etapa del despertar vigués. Mañana, a las 8 de la tarde, se celebran sus funerales en la iglesia de Santiago de Vigo, a las 20 h.

¡Ay, aquellos cines de antes!

Jaime conocía bien este Vigo social y cinematográfico del que voy a hablar ahora. Y es que reanudé contactos estos días, por un negocio común, con mi colega Joaquín Rolland, que ya estaba de vuelta en FARO cuando yo entré ahí como un pardillo. Tiene Rolland memoria de elefante y, de los cines vigueses de antaño, recordó que el Fraga -cuya figura fantasmal sigue en pie sin actividad alguna y de cara a Uruguay e Isabel II- era sin duda el más extraordinario, el más impecable en volumen y presencia pétrea. No sólo de Vigo sino de toda Galicia e incluso estaba entre los mejores de España. "En los años sesenta -me dijo- sus estrenos de los sábados constituían todo un acontecimiento social, las señoras lucían sus mejores galas y la película en cartelera era tema de tertulias de café, como en el Derby y en el Goya, quizás los más característicos, y ambos situados en la misma acera de Urzáiz entre Magallanes y Ronda. Cuenta Joaquín que quienes tenían monedero de estudiante, un jueves -que era día de asueto en su colegio de los Maristas por no tener clase- les salía caro ir a una butaca porque la entrada andaba por las ocho pesetas, que en muchos casos superaba su asignación paterna semanal o les dejaba a dos velas si era mayor pero caían en la tentación de los oropeles fraguianos. Pero la cosa se ponía más fácil en el acceso más económico, que era el anfiteatro de segunda: subir hasta allí costaba cinco pesetas. Qué memorias del cine; el martes daremos una segunda parte.

Qué informalismo el de Lareo

A Dios pongo por testigo (así suena más trascendental) que me gusta mucho la última pintura que hace y expone en el hotel Ciudad de Vigo el pontevedrés Miguel Sánchez Lareo. Solo hay algo malo en ella: que hoy la clausura, así que si queréis ver su obra no os quedan más que las horas de este día, a no ser que retrase la clausura. Uno se pierde entre tantos conceptos de arte pero él llama a lo suyo informalismo dinámico lo que, como dice Francisco Pablos, su prologuista, nos lleva de inmediato a Kandinsky, cosa según él no absurda pero tampoco exacta. Desde luego, nada tiene que ver con su larga trayectoria de acuarelista tradicional y sí con un golpe de timón. Ya veréis.

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