Por lo menos Felipe González le dejó un mes de vacaciones a Javier Moscoso después de abandonar el Ministerio de Justicia y antes de jurar el cargo de Fiscal General del Estado. Con la (ex) ministra Dolores Delgado el presidente Sánchez no se ha tenido tanta consideración. La han sacado en volandas del Consejo de Ministro para llevarla a la Fiscalía sin que se le caiga un pendiente o un fisco de vergüenza. No sé si todos recordamos -a esta hora de la noche o de la mañana- quién era la señora Delgado. Justo: la ministra de Justicia que fue reprobada dos veces por el Congreso de los Diputados y una por el Senado. La que apareció en una grabación con el enchironado comisario Villarejo como saleroso contertulio. La que, según dijo Pablo Iglesias en su momento, "era indigna" de seguir un minuto más en su despacho y debía salir corriendo. "Cualquier político que hable con ese tipejo debe alejarse de la vida política para no hacer daño al Gobierno y a la mayoría que hizo posible la moción de censura". La misma mayoría, por cierto, que respaldó la investidura de Sánchez. Como es el Gobierno como órgano colegiado -y no el jefe del Ejecutivo- quien nombra al Fiscal General del Estado de la designación de ayer de Dolores Delgado son Sánchez, Iglesias y todos y cada uno del ilusionante tropel de vicepresidentas y ministros volcados en nuestra felicidad.
