Tres belugas y una orca se han quedado en el camino. Pero tras diecisiete meses encerradas en la conocida como "cárcel de ballenas" rusa, once orcas y 87 belugas atrapadas en esa minúscula cárcel navegan ya en absoluta libertad. Algunos de estos grandes animales marinos han padecido sarpullidos, furúnculos, llagas y manchas, que los especialistas atribuyen a infecciones.

Para lograr esta liberación han sido necesarias más de un millón de firmas recogidas por Greenpeace en todo el mundo. Más de un millón de personas que han ejercido una presión eficaz sobre las autoridades rusas responsables del encierro de estos cetáceos. Una liberación tardía, a pesar de todo, porque esta ha llegado tras un intenso verano y la congelación de las aguas en invierno en piscinas muy pequeñas y en pésimas condiciones. Antes de ser liberadas, algunas belugas pasaron dos días en unas bañeras en las que ni siquiera tenían espacio suficiente para nadar, cuando las belugas precisan nadar diariamente no menos de 100 kilómetros.

Nadar libremente permite a esos animales marinos mantener su temperatura corporal frente a las frías aguas rusas y evitar las peores infecciones en verano. Además de estar hacinada, quince crías de belugas han estado separadas de sus madres, aumentando así su mortalidad. A pesar de ser especies amenazadas -caso de las orcas- estos mamíferos fueron capturados para venderlos ilegalmente a delfinarios chinos donde cada ejemplar puede valer hasta 6 o 7 millones de dólares en el mercado negro.

Distintas organizaciones ecologistas, entre estas Greenpeace Rusia, realizan un seguimiento permanente de las orcas y belugas liberadas, conscientes de la posibilidad de que las autoridades rusas autoricen su reapresamiento.