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Joaquín Rábago.

Parar a Corbyn: ob jetivo conseguido

Por fin, Boris Johnson ha logrado lo que quería: gracias a su aplastante victoria sobre el laborismo en las elecciones generales del jueves, podrá sacar cuanto antes a su país del club europeo, devolverlo a su "espléndido aislamiento".

Obnubilados por la promesa de un "espléndido" Brexit, que permitiría recuperar la soberanía tan alegremente cedida a Bruselas, los británicos prefirieron las mentiras y falsas promesas del siempre jovial Johnson al llamamiento del austero Jeremy Corbyn a regresar a las esencias del viejo laborismo, traicionadas por la Tercera Vía de Tony Blair.

Prefirieron escuchar a un político elocuente y seguro de sí, que deleita a sus compatriotas dejándose lamer la cara por su perrito a la puerta de su residencia oficial de Downing Street, a atender las jeremiadas de un líder de gesto adusto que no ha acabado nunca de definirse sobre la conveniencia o no del Brexit para acabar con las disparidades sociales en su país.

Durante los gobiernos de Margaret Thatcher, para quien, como es bien sabido, la sociedad no existía -solo existen los individuos- y los gobiernos posteriores tanto del partido tory como de sus émulos del "nuevo laborismo", se produjo la mayor transferencia de riqueza desde el sector más pobre al más acaudalado del pueblo británico.

Alguien lo ha comparado con lo que ocurrió también en el Reino Unido en 1834, cuando el Gobierno de Londres indemnizó generosamente a las capas plutocráticas por las pérdidas que habían sufrido tras declararse ilegal la trata de esclavos.

Cuando, con los conservadores de nuevo en el poder, estalló en 2008 la gran crisis económico-financiera, en lugar de señalarse como responsable a la elite financiera y al llamado "capitalismo de casino", se optó por imponer una política de austeridad, socializando las pérdidas de la banca y castigando a los más débiles.

Una hábil propaganda convenció entonces a muchos de que el inmigrante, el extranjero, aunque fuera de un país comunitario, tenía la culpa de todo porque solo venía a aprovecharse de los servicios públicos. Pocos se pararon a reflexionar sobre el hecho de que también contribuía con sus impuestos a sostener el Estado de bienestar.

El nuevo líder laborista, Jeremy Corbyn, representante del sector más izquierdista del partido, se fijó como objetivo acabar con esa política insolidaria y revertir un proceso de privatización de los servicios públicos, desde la educación hasta la sanidad o los transportes, que no ha hecho más que aumentar las desigualdades.

Alarmados por el programa supuestamente radical de Corbyn, desde las elites conservadoras, representadas por los tories, hasta un sector del laborismo todavía afín a Blair, decidieron plantarle cara, presentándole ante la opinión pública como un político peligroso que solo iba a polarizar aún más a la sociedad.

En lugar de analizar seria y objetivamente su programa y contrastarlo con el de los tories, no pasó un día sin que los medios, los británicos y los de todo el mundo, se refiriesen al pasado marxista de Corbyn, a su apoyo a la causa palestina, incluso al terrorismo árabe, o a su supuesta tolerancia del antisemitismo.

A esa campaña de difamación -algo que en inglés se conoce como "character assassination"- contribuyó poderosamente un libro de carácter biográfico del periodista Tom Bower(1) donde se presenta a Corbyn como un político hambriento de poder y decidido a destruir "los valores liberales occidentales".

Libro comentado muy favorablemente por la mayoría de los medios y que ha llegado incluso al segundo puesto de la lista de los más vendidos del diario "The Times", pero que, según el periodista Peter Oborne, que ha contrastado las acusaciones que en él se hacen con distintas fuentes, está lleno de falsedades.

Oborne, que no oculta, sin embargo, sus simpatías con los tories y que admite haber criticado a Corbyn en asuntos relacionados con el antisemitismo, afea a sus colegas que no hayan hecho bien su trabajo al dejar pasar en sus recensiones un cúmulo de falsedades sobre el biografiado.

Pero ¿qué importa esto cuando lo único importante es impedir, con o sin Brexit, cualquier vuelta atrás en el proceso desregulador de la economía? Porque como dicen los neoliberales de todo el mundo, "no hay alternativa". El aspirante demócrata a la Casa Blanca Bernie Sanders debería tomar buena nota.

(1) "Dangerous hero: Corbyn's ruthless plot to power". Ed. William Collins.

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