Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una idea económica que suele costar entender a los no especialistas es que la deuda pública y la de una familia tienen lógicas diferentes, Cuando un hogar contrata una hipoteca, la devolución del crédito tiene un horizonte temporal de 20 o 30 años; 40 a veces. Pero todos los meses toca pagar los intereses del préstamo y amortizar una parte del principal. Hay que devolver el dinero hasta que todo queda saldado. Y cuando se rompe este patrón, aparece la morosidad y la insolvencia. Un infierno.

En el sector público es muy diferente, porque lo tomado en préstamos no suele devolverse. Por supuesto, le devuelve, cuando toca, a Brais, Iria o Noa el dinero que le prestaron en su día, cuando compraron letras o bonos del tesoro. Pero lo hace con el dinero que le proporcionan en una nueva emisión de títulos de deuda Pedro, Mateo o Antía. Porque el sector público tiene una esperanza de vida ilimitada y lo único de lo que se tiene que preocupar es de que el cociente entre la deuda viva y la renta nacional, el PIB, se mantenga en niveles razonables. Con eso llega. Y esto es una enorme ventaja para la gestión presupuestaria pública.

Sin embargo, en España no la estamos aprovechando y puede acabar pasándonos factura. Una deuda pública estancada en el 100% del PIB en una coyuntura económica favorable es excesiva para las reglas fiscales en el seno de la zona euro, pero también desde una perspectiva económica. Porque cuando la coyuntura empeore, esa ratio volverá a crecer y, con ello, el pago por intereses; y porque nos hace muy sensibles a las tormentas financieras y a las posibles subidas de las primas de riesgo. Es verdad que ahora estamos dopados por el Banco Central Europeo y seguimos en tasas de crecimiento del PIB comparativamente altas. Pero eso cambiará y nos veremos en una situación muy difícil.

Haz click para ampliar el gráfico

La Autoridad Independiente de Responsabilidad fiscal acaba de publicar un informe donde se cuantifica el problema. Según sus cálculos, el crecimiento económico del último quinquenio habría contribuido a reducir la deuda en 18 puntos. Pero el déficit estructural, la insuficiencia de ingresos fiscales para financiar nuestro nivel de gasto, prácticamente han neutralizado el efecto. Solo la fuerte caída y aplanamiento de la curva de tipos de interés en el último lustro ha permitido que la ratio de deuda no haya continuado creciendo entre 2014-2019.

Tenemos que eliminar el déficit estructural ya. Necesitamos tener un Gobierno en plenas funciones que lo haga.

*Director de GEN (Universidad de Vigo)

Compartir el artículo

stats