Galicia, en concreto las Rías Baixas, ha sido esta semana noticia internacional. Y desgraciadamente por nada bueno. El hallazgo frente a la costa de Aldán, en Cangas, de un aparato semisumergible atestado de fardos de cocaína y la detención de cinco personas, tres de ellos tripulantes, han llevado a nuestra comunidad a los principales medios de comunicación nacionales e internacionales, con el deterioro de imagen que se pueden imaginar. El simplismo es de manual: Galicia igual a droga.

La reacción ha oscilado entre el estupor y la curiosidad ante una presencia hasta ahora inédita en el negocio del narcotráfico. Pero más allá de la incredulidad que suscita el fenómeno, lo cierto es que el apresamiento del narcosubmarino debe obligarnos, una vez más, a reflexionar sobre si en la batalla contra los narcos se están dando los pasos correctos o, mejor dicho, a la velocidad adecuada, a la vista de los casi ilimitados recursos con que cuentan las mafias de la droga para colocar su mercancía en el mercado europeo.

La irrupción del sumergible aporta un puñado de certezas pero deja abiertos otros tantos interrogantes. A falta de que la investigación vaya arrojando luz sobre tan exótica presencia, se da por seguro que el artefacto -construido de forma artesanal, sin baño, ni cocina ni siquiera instrumentos de navegación mínimamente modernos- cruzó el Atlántico -todo apunta que desde Brasil con escala en Azores- para trasvasar la mercancía en algún punto frente a la costa gallega, todavía por dilucidar.

Los testimonios, si es que hablan, de las cinco personas ya arrestadas -dos ciudadanos ecuatorianos y un gallego que venían en el interior de la nave y otros dos que les dieron cobertura en tierra-, podrán aclarar los puntos negros: quién enviaba la droga, quiénes y cómo les ofrecieron apoyo logístico durante una travesía de 6.000 kilómetros -es impensable la hipótesis de que esa suerte de chatarra de apenas 20 metros pudiese viajar sin cobertura-, a quién se dirigía el cargamento y quién lleva las riendas de una organización tan potente para manejar tal cantidad de cocaína.

Pero también es importante saber si esta es la primera vez que las mafias del narcotráfico recurren a este sistema de transporte o si, como ya admiten los propios responsables de Aduanas, cabe la posibilidad de que la de Aldán no fuese una escala inaugural.

Narcotráfico en Galicia | Los 152 fardos del narcosubmarino

Narcotráfico en Galicia | Los 152 fardos del narcosubmarino

Los 152 fardos del narcosubmarino de Aldán // SANTOS ÁLVAREZ

Como suele ser habitual, la aprehensión del narcosubmarino con los casi 4.000 kilos de cocaína, con un valor en el mercado superior a los 120 millones de euros, fue saludada por nuestras autoridades con afirmaciones grandilocuentes ("día histórico, un antes y un después en la lucha", "ejemplo de cooperación entre cuerpos policiales de varios países", etc).

Sin embargo, más allá de la merecida enhorabuena a las fuerzas contra el narcotráfico, el narcosubmarino debería llamarnos a una reflexión crítica. Los clanes gallegos, pero no solo, aunque sean menos numerosos, se mantienen operativos, y están dispuestos a utilizar todos los medios y las rutas imaginables para inundar de droga el continente. Sus recursos son extraordinarios, pero es que el beneficio también lo es y compensa con creces la mayor de las inversiones y el riesgo que corren.

El narcotráfico no ha quedado relegado, como algunos pudiesen pensar, a ser materia prima de exitosas series televisivas o novelas. El narcotráfico no es un fenómeno del pasado que hoy solo pervive en la ficción. Al contrario, como acabamos de comprobar con el sumergible de Hío, los narcos gozan de muy buena salud.

Por eso, lejos de bajar la guardia y caer en la autocomplacencia, se hace necesario redoblar los esfuerzos para seguir librando una batalla que será muy larga, y cuyo resultado, a la vista de la experiencia acumulada, es de incierto resultado. En ese empeño, hay que disponer de todos los medios disponibles, que nunca, como se ve, son suficientes. Medios económicos, humanos, tecnológicos... Pero también hacer un esfuerzo en los servicios de inteligencia y establecer una estrecha y franca colaboración con los países afectados por el fenómeno narco. Porque el negocio de la droga no entiende de fronteras ni de banderas. Es transnacional, global. Y, además, absolutamente adaptable a cualquier cambio. Los obstáculos que se le presentan en el camino, -aprehensiones, siempre en un porcentaje mínimo sobre el tráfico real, detenciones, generalmente la de los eslabones más débiles de la cadena, decomiso de patrimonio...- lejos de acobardarlos, parece que los asumen como un desafío para superarse en la siguiente ocasión.

Pero la batalla contra el narco no solo se puede librar en el terreno de la investigación -policial y financiera- o la represión. No se ganará simplemente con la detención de más narcos, por muy poderosos que sean, más barcos, impresionantes alijos o de vez en cuando algún pintoresco sumergible. Porque siempre habrá un sucesor, un heredero, un relevo que continúe con una actividad ilegal que mueve cientos de miles de millones de euros, cifras mareantes, en todo el mundo. Las estrategias basadas exclusivamente en la represión constituyen un auténtico fracaso.

Operación Baluma: el narcosubmarino de Aldán por dentro

Operación Baluma: el narcosubmarino de Aldán por dentro

Operación Baluma: el narcosubmarino de Aldán por dentro // GUARDIA CIVIL

Atacar el narcotráfico exige un enfoque poliédrico, integral, que va desde la actividad policial a la presión bancaria; necesita dar más apoyo a aquellos países productores de droga (en donde imperan la desigualdad, violencia, corrupción e impunidad) para que la combatan desde casa; precisa de una política internacional común, verdadera y honesta, en la que el flujo de información y la prestación de recursos sean constantes y no estén sujetos a personalismos o celos corporativos; exige un cambio de mentalidad en aquellas comunidades que todavía ven la droga con cierta tolerancia y a sus vendedores como afortunados empresarios, dueños de negocios y patrimonios cuyo origen es mucho más que turbio.

Y un permanente esfuerzo pedagógico, sobre todo entre los menores, y sus padres, para alertar sobre las letales consecuencias del consumo. En este ámbito hay mucho que hacer. Baste recordar que los temas relacionados con la droga y su tráfico apenas interesan a la sociedad. Nos lo dicen, año tras año, todos los sondeos que evalúan las preocupaciones sociales.

Los cuerpos policiales, por muchos éxitos que cosechen, están condenados al fracaso, si no cuentan con unos apoyos -económicos, institucionales, internacionales- y un respaldo ciudadano masivos. Solo así se podría albergar cierta esperanza de que una victoria, siempre en un horizonte lejano, es posible. Pensemos que, según en la Organización Mundial de la Salud, en el mundo puede haber casi 300 millones de consumidores de drogas. El dato es escalofriante.

Así que la presencia del narcosubmarino en aguas canguesas más que invitarnos a la felicitación por el éxito de una operación policial o provocarnos una lógica curiosidad social, debería ser un serio toque de atención, una grave advertencia sobre un problema complejo, global, de infinitas aristas y enfoques, que golpea el bienestar de una sociedad desde todos los frentes: por tierra, aire y ahora también por debajo del mar.