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OPINIÓN

Jaque de cigalas

Sonó excesiva la frase de Eduardo Davila en septiembre de 2016, a los pocos meses de que Maersk desviase tráficos a Marín: "En medios, ambos puertos es como comparar cigalas con sardinas". Desde la bofetada danesa al orgullo del sector marítimo vigués, en la actividad de estos muelles se han producido importantes cambios. Entre los más recientes, los que propiciaron una estiba más productiva y flexible, dos atractivos tan enriquecedores para la capacidad negociadora de los operadores vigueses que así han influido en la captación de la carga del gigante frutero Del Monte. Pero por más que llene de satisfacción este tanto que se anota Vigo con la nueva ruta de CMA-CGM, no debería hacer olvidar hasta qué punto las "cigalas" ensalzadas por el empresario han contribuido a resistir aquel golpe hasta difuminar su efecto.

Los primeros en ver en el repliegue de Maersk una oportunidad de oro fueron los ejecutivos de MSC. Sintomática la tranquilidad que transmitieron a la cúpula del Puerto de Vigo en una reunión en su sede de Valencia asegurándole que la danesa de ningún modo, ni del todo, abandonaría Guixar; y que si así fuera, que la italiana cubriría el hueco. Tal cual: ahora esta armadora lidera el ranking en contenedores con una delantera que difícilmente podría alcanzar Maersk en el no tan hipotético caso de que quisiera volver a apostar por este puerto.

Claro que los de Copenhague siempre podrán usar como pretexto de un eventual regreso a lo grande aquello de "No es un proceso irreversible" que reflejó en el comunicado oficial donde justificaba el tijeretazo a las rutas viguesas por sus altos costos de escala. Con ese mensaje dejaba abierta la posibilidad de volver en un futuro, pero es que no tardó ni meses en anunciar la doble escala a pesar de que en Vigo nada había cambiado; todo seguía igual, con la estiba cara e inflexible. Aún así, la armadora optó por hacer doblete en ambos puertos lo que en términos económicos portuarios supone un sinsentido si es que realmente perseguía un abaratamiento de sus operaciones.

O tal vez prefiriera perder dinero antes que a toda la clientela de la potente industria viguesa. Avisos tuvo de sobra como para prever que pronto podría arrepentirse de su repliegue en Guixar. Algunos procedían incluso de la propia compañía nórdica porque en el seno de Maersk nunca convenció del todo eso de repartir tráficos por medio de una subasta electrónica organizada desde una oficina en la India. Frente a lo defendido por sus gurús, otros directivos criticaban hasta por escrito esa metodología apostando por un enfoque más tradicional, basado más en la negociación cuerpo a cuerpo, en especial en aquellos enclaves tan cercanos entre sí, como los del sur gallego. Y parece que salieron escaldados del reparto cibernético de escalas. No han vuelto a celebrar ninguno más. Solo que ahora en Vigo poco importa si esta armadora rectifica su gran error comercial.

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