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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El plumero

Uno de los efectos -algunos dicen que colaterales: es posible que sean algo más que eso- llamativos de la llamada "sentencia de los ERE" es que contribuye a despejar las dudas que sobre la política que se hace por estos Reinos. Uno de ellos el de Galicia donde, al igual que en casi todos los demás, ha permitido que se les vea el plumero a unos cuantos de los referentes en ese oficio, que se ha especializado en cumplir lo que las sagradas escrituras consagraron como un defecto contagioso: ver la paja en el ojo ajeno sin percatarse de llevar una viga en el propio.

(Conste que se aborda el asunto sin la pretensión, que sería una pérdida de tiempo dados los usos y costumbres del sector, de escribir una epístola moral a quienes se ganan la vida en el meollo -o su entorno- de la rentable -y por ello peligrosa- actividad. Y en cualquiera, por cierto, de los tres poderes que clasificara Montesquieu: legislativo, ejecutivo y judicial. La pretensión es solo intentar una contribución a que las gentes del común, entre las que se encuentra quien expresa esta opinión, abran los ojos, se bajen de la higuera y asuman lo que abunda a su alrededor).

Y es que, expuesto con respeto pero sin timidez, lo de los ERE es la prueba del nueve que debería impedir el empleo de la ley del embudo en este país. Y a la vez demostrar más allá de cualquier duda razonable que la política está, de seguir este camino, a punto de convertirse en lo que quiso decir el difunto don Enrique Tierno como propio de los mercaderes de votos y sus ayudantes: algo casi propio de feriantes que no disimulan -como ya se dijo- el embuste de ofrecer, en el "mayor espectáculo del mundo", una moto y su perro piloto. Hay excepciones, pero pocas.

Véanse, por ejemplo, las reacciones al escandaloso asunto de la banda que repartía, con muy importantes padrinazgos, millones de euros en lo que alguno llamó con desvergüenza "método de fidelización del voto". El número dos del PSOE, partido que quiso en estos años ser modelo de honestidad propia y árbitro de la honradez ajena, dijo que, "en el fondo", el ruido era cosa del PP. Y desde esa otra orilla -aparte de la pintoresca "pena" que el señor Griñán le inspira al presidente Feijóo-, muchos se han callado, quizá por prudencia ante lo que puede estar por venir.

Lo peor es que si se sale del bipartidismo, al que el "profeta" Iglesias achaca el choriceo de los ERE, habrá que esperar a cuando él sea vicepresidente: entonces llegará -la prédica fue desde su modesta vivienda en El Escorial- la limpieza a la democracia española. Y eso sin citar a los separatistas, que no renuncian, mientras desafían al Estado, a cobrar de las arcas públicas. Unos al contado, como el PNV, y otros, además, en especie, que así lo hacen ERC y los de Puigdemont. Y hasta los indecisos que proponen una suerte de alquiler. Con sus jefes asistiendo al espectáculo desde el palco y a veces ordenando a la claque que jalee o patalee, según quienes sean los cantantes. Ya lo dijo Romanones: "joder, qué tropa..."

¿No...?

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