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la mirada

El bipartidismo imperfecto recupera terreno

| El declive de la nueva política. En la noche del 20 de diciembre de 2015, fruto del descontento y el hartazgo de los ciudadanos para con los gestores de la crisis económica, en Galicia irrumpía la nueva política: seis escaños, ¡nada menos!, para la alianza de Podemos con Esquerda Unida y Anova, y Ciudadanos se hacía un hueco con un diputado, que luego perdería con la repetición electoral.

Cuatro años después, la coalición liderada por Pablo Iglesias se ha de conformar con dos actas y el partido de Albert Rivera es barrido de nuevo del mapa.

El bipartidismo imperfecto que reinaba hasta entonces en Galicia se recupera. De los siete escaños que rascó entonces la nueva política solo quedan dos, los de Unidas Podemos. ¿Por qué? Por la desafección de los ciudadanos con los partidos que prometieron cambiar el sistema y llevar la calle a las instituciones. No cumplieron.

Si en diciembre de 2015, la nueva política se quedaba con el 34% de los votos de la tarta electoral, una buena porción para ser el día del estreno, el 10-N este porcentaje retrocedió hasta el 22% en Galicia.

Por el camino se quedaron miles de electores desilusionados con dos partidos que tuvieron en sus manos la llave de la gobernabilidad y la desaprovecharon. También el PSOE ha sufrido su correctivo, al no aceptar una coalición con Unidas Podemos y pensar que con la repetición los electores 'engordarían' su mayoría y le despejarían el camino hacia un Gobierno en solitario. En el pecado lleva la penitencia.

La excecpión socialista es la provincia de Pontevedra, donde el PSdeG se mantiene como primera fuerza. ¿Por qué? Por el efecto Abel Caballero.

El mayor desplome en la comunidad lo ha sufrido el rupturismo de izquierdas (quince puntos menos). Las crisis internas sufridas en Galicia, con sus consiguientes deserciones, han alimentado la desafección ciudadana. Es significativo el caso de las urbes donde los alcaldes del cambio gobernaron. En A Coruña, Unidas Podemos, o Galicia En Común en su denominación autonómica, ha pasado a ser tercera fuerza y ha caído 17 puntos, hasta el 14% de los votos. Y en Santiago se ha desplomado hasta la cuarta plaza, con 16 puntos menos. En Ferrol sumó el 15% de los votos, la mitad que hace cuatro años.

Pese a este desplome, la autocrítica en las filas moradas ha sido nula. Hace cuatro años, estaban en condiciones de disputarle la presidencia de la Xunta al PPdeG. Su aspiración ahora es ser el socio del PSdeG, arañar algunas consellerías o incluso una vicepresidencia. En el reparto también entrará el Bloque.

En Galicia, el bipartidismo imperfecto (PP y PSdeG con la pata del BNG) reconquista terreno, con siete de cada diez votos, exactamente el 71,35%, el pasado domingo, cuando en 2015 habían caído al 62,77%. Sin el voto nacionalista, solo con la suma de populares y socialistas, pasaron del 58% al 63%.

En España, ahora la nueva política tiene otro nombre y tira hacia la extremaderecha. Se llama Vox y ha irrumpido como tercera fuerza política en el Congreso. En Galicia, ha sumado casi 115.000 votos (7,8%), pero no ha logrado representación parlamentaria. Es la gallega una de las tres comunidades donde Vox carece de delegación. Es una buena noticia, pero hay que ser cautelosos, pues hace cuatro años el partido de Santiago Abascal apenas recogía 1.246 papeletas. Desde entonces ha multiplicado casi por cien sus papeletas. Con ese mismo porcentaje de votos, Vox entraría en la Cámara gallega, si hubiese elecciones autonómicas.

| La competencia del Bloque. El BNG regresa al Congreso. La misma noche que la izquierda rupturista se hacía con seis escaños por Galicia en la Cámara Baja, la formación frentista desaparecía, tras 20 años con escaños en las Cortes. Los vasos comunicantes en el espacio electoral de la izquierda han vuelto a funcionar, pero en esta ocasión en dirección opuesta.

Con la presencia del Bloque, Galicia sale ganando. La organización nacionalista no tiene que plegarse a los intereses de Madrid y su única defensa es Galicia. Con la competencia de Néstor Rego, los dos diputados de Galicia En Común se verán obligados a ser más contundentes en su apuesta por los intereses de Galicia, si no quieren perder apoyos. Las demandas de Galicia ya no pueden ser un apéndice en la agenda central de Unidas Podemos, si no quieren que el BNG les saque las vergüenzas. Lo mismo les pasará a los diputados del PSdeG, si las demás fuerzas de la izquierda obtienen para Galicia más concesiones que ellos mismos. Habrán de hilar fino y estar atentos. Pero antes habrá que formar Gobierno, y esta tarea va para largo.

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