Lo siento, no pido a nadie que vote a un partido, ni siquiera que vaya a votar. Todas las cartas del juego están sobre la mesa, siendo evidente el socavón que puede hacer en nuestro modelo de libertades esa derecha radical que mientras dice defender la Constitución impugna partes sustanciales de ella, como lo es también que la abstención les hace el juego. Así que votar o no votar será una decisión grave pero informada. Uno está ya muy desencantado de los desencantados de siempre, expertos en esperar fantasías de la política para luego sentirse despechados por la fantasía no realizada. Mirad, queridos abstencionistas, la democracia al final consiste en poder votar, poder decir y poder vivir en libertad. Sólo gozan en plenitud de esa dieta provilegiada en torno a un 10% de seres humanos, y la historia enseña que en ese club hay altas y hay bajas, siempre a voluntad de los socios.
