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Joaquín Rábago.

La enorme responsabilidad de EE UU en lo que sucede en Oriente Medio

Metidos de lleno en el embrollo de Oriente Medio, a veces se nos olvida -o pretenden hacernos olvidar- la enorme responsabilidad de Estados Unidos en lo que sucede en esa parte del mundo.

Como señala el periodista británico Jonathan Cook, especialista en el conflicto palestino-israelí y autor de "Israel y el choque de civilizaciones", el Estado islámico no surgió de la nada sino que es producto de dos décadas de continuas injerencias de Washington en esa explosiva región (1).

Del mismo modo que la aparición de Al Qaeda no se entiende sin la ayuda logística prestada por EE UU a los llamados por EEUU "freedom fighters" (luchadores de la libertad) en plena guerra fría para conseguir echar a los soviéticos de Afganistán.

Se habla muchas veces de intentos de cambio de régimen, pero si se analiza lo sucedido en el Irak de Sadam Husein, primero, y luego en la Libia del coronel Gadafi y la Siria de Bashar al Asad, lo que vemos es la destrucción de países de regímenes autoritarios, pero laicos, y la creación de un enorme vacío.

Vacío que rápidamente se encargaron de llenar distintos grupos yihadistas apoyados por los principales peones de EE UU en la región como las monarquías feudales del Golfo, dispuestas a aliarse hasta con el diablo para combatir la influencia de su gran enemigo, el Irán chií.

Cox ve un precedente de todo ello en la política seguida por Israel en relación con el pueblo palestino: desmantelar sus instituciones democráticas y aplicar un modelo de "divide y vencerás" para debilitar a la sociedad e impedir la emergencia de un liderazgo fuerte y respetado.

Pero Washington siguió, según Cox, una segunda estrategia ensayada ya en otras partes, la que la periodista y ensayista canadiense Naomi Klein llamó "la doctrina del shock", consistente en una "campaña de destrucción" y "trauma psicológico", destinada a volver a una población más "maleable" a sus designios.

En el caso de Siria, uno puede discutir sobre las distintas causas del levantamiento popular que se produjo contra el régimen en 2011: hay quien habla de un intento inicial por parte de una parte del pueblo de liberarse de un régimen despótico y quienes lo interpretan como una insurrección destinada a sustituir el gobierno de una minoría chií por otro de mayoría sunita.

Lo único cierto es que unos levantamientos en un principio limitados acabaron transformándose en una guerra civil debido a la intervención de las monarquías feudales del Golfo, que, con el apoyo de EE UU, inundaron ese país de armas y yihadistas dispuestos a aprovechar el vacío creado y realizar allí su sueño nihilista de un Estado islámico.

Pese a todos los pronósticos y gracias sobre todo a la ayuda de Rusia, que aprovechó el vacío creado por el progresivo abandono de EE UU para ampliar su influencia en la región, el régimen de Bashar al Asad ha podido resistir y recuperar poco a poco buena parte del territorio que le arrebató el Estado islámico.

Los grandes perdedores han sido de nuevo los kurdos, abandonados por todos, y que han tenido que renunciar una vez más a sus sueños independentistas para evitar ser masacrados por el Ejército turco.

Cox acusa a los demócratas de EE UU de verter lágrimas de cocodrilo por la esa nueva traición del Gobierno de Washington al pueblo kurdo y la posibilidad de que sin esos combatientes, el Estado islámico vuelva a cobrar fuerza.

Si tanto les preocupan ahora esos yihadistas, ¿por qué se pasaron tanto tiempo con Barack Obama en la Casa Blanca, apoyando al Isis, cuando, por mucho que nos disgustase la Siria de Bashar al Asad, era el mejor baluarte contra el extremismo yihadista?

(1) "The Democrats helpes cultivate the barbarism of ISIS", artículo publicado en Counterpunch

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