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Ceferino de Blas.

La autovía A-8

Francisco Carantoña, inextinguible director del periódico "El Comercio", de Gijón, emprendía cada verano unos épicos viajes de Asturias a Galicia, que narraba con todo lujo de detalles. Desde los preparativos, al desarrollo del recorrido, con salida en Gijón y meta en Muros.

De suyo todos los viajes entre Asturias y Galicia, hasta avanzados los años noventa, eran heroicos.

Un buen amigo que debía realizar uno cada mes entre Vigo y Oviedo, contaba que había ensayado cinco o seis rutas distintas para intentar reducir el tiempo del recorrido con escaso éxito. Entre los dos destinos, el tiempo empleado nunca bajaba de seis horas.

Como en los itinerarios romanos de Antonino, entre Braga y Lugo y Braga y Astorga, para llegar a Asturias, tenía las opciones del Norte, más próximo al Cantábrico, y del Sur, más hacia el Centro.

El del Norte se subdividía en varias rutas. Podía ser por Santiago, en busca de la salida a Baamonde, siguiendo por Villalba, Mondoñedo y llegada a Ribadeo. Pero como estaba sin construir el Puente de los Santos, había que descender a Vegadeo para circunvalar la ría. También podía transitar por Lalín, Monterroso, Lugo, Meira -con variantes-, y desembocar en Vegadeo. Después de Luarca, habría que optar entre continuar por la Espina o la costa, por Cadavedo, Cudillero y Avilés.

En el viaje por el Sur, a través de Ourense, había variantes: una era por Ponferrada, Astorga y León, y la otra por Benavente y León.

La llegada a Oviedo siempre era gozosa, porque es una ciudad hermosa la Vetusta de Clarín, pero el cansancio no desaparecía hasta el día siguiente.

El fatigado y verídico relato del amigo, por las horas que había empleado y la paciencia derrochada por los inacabables recorridos, fuera cual fuera el camino elegido, contrastaba con la descripción alegre del director de "El Comercio", que volvía de vacaciones a su Muros, su pueblo natal.

Contaba desde cómo iba vestido, como hacían los exploradores decimonónicos, a los lugares donde se detenía a reponer fuerzas, a comer o descansar; qué había cambiado del estado de la carretera desde su último viaje, la mejora o empeoramiento de las señales, el estado de los pueblos. Era un viaje tan fatigoso y complicado como el del resto de los automovilistas - no se llegaba nunca-, pero lo hacía atractivo. Lo convertía en una aventura, aunque suspiraba por mejores comunicaciones.

Eran otros tiempos, cuando los viajes eran viajes y no traslados rápidos, en los que lo único que se persigue es llegar cuanto antes, sin percatarse en absoluto del entorno. El color de los prados, la sombra de los bosques y el tono de las montañas, o no interesa o no se puede apreciar por la velocidad del automóvil.

Por fortuna la red de carreteras ha mejorado, hasta el punto de que actualmente un viaje de Vigo a Oviedo puede realizarse en poco más de tres horas y media sin vulnerar el límite de velocidad de 120 kilómetros.

La A-8, la ansiada Autovía del Cantábrica, aunque construida por tramos -comenzó en 1971 y terminó un cuarto de siglo después-, es la solución para el tráfico del Noroeste hasta la frontera con Francia.

Pero está tan transitada que entre Asturias y Galicia registra tramos que necesitan un arreglo, puesto que el firme no se encuentra en perfectas condiciones. Está deteriorado.

El otro gran problema, aún irresuelto, son los espacios de intensa niebla de la zona de Mondoñedo, que obliga a los automovilistas a circular por vías alternativas en demasiados días del año. Aunque se promete una solución, los técnicos no se ponen de acuerdo en recomendarla o es tan cara que parece inviable.

Aun con estos defectos, la Autovía del Cantábrico es la gran solución para el intercambio entre Galicia y Asturias, cuyo intento intelectual común más conocido fue la revista que dirigió Manuel Murguía, "La Ilustración Gallega y Asturiana". Una publicación abanderada del diálogo entre dos comunidades, que sabían que unidas sumaban y enriquecían sus respectivas culturas.

Sin olvidar, en tiempos más recientes, el gran esfuerzo editorial de "La Gran Enciclopedia Gallega", editada por el gijonés Silverio Cañada.

La separación que suponían las pésimas comunicaciones no impidió las primeras peregrinaciones de los reyes asturianos a Compostela, ni la vinculación de las comunidades, que dio lugar al antiguo refrán: "gallegos y asturianos, primos hermanos".

La separación geográfica ha quedado hoy resuelta por la autovía de las Rías Baixas (Sur) y del Cantábrico (Norte), para que nadie pierda la paciencia en un recorrido de Vigo a Asturias y viceversa. Pero ya no es el viaje clásico. De aquellos que tenían tanto de aventura, y se circulaba más tiempo a 40 kilómetros por hora que a 70, que era el máximo posible en los cortos espacios en recta.

Hoy, Francisco Carantoña Dubert -tiene una calle dedicada en Gijón-, ya no podría relatar aquellos épicos viajes entre Gijón y Muros, ni sus lectores conocerían de su bella prosa cómo eran los pueblos del camino, porque las autovías ya no cruzan los pueblos. Pero llegaría en mucho menos tiempo.

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