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Frente al Brexit, resiliencia

Desde 2016, año en el que se celebró el referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, han proliferado estudios que cuantifican los potenciales efectos negativos del Brexit en las distintas regiones y países que permanecen en la Unión. Los resultados de estos trabajos apuntan a la existencia de una cierta lógica geográfica (centro-periferia) en la distribución de los efectos del Brexit. Según esta lógica, las regiones del noroeste de Europa están más expuestas al Brexit que las regiones del sur y del este. Si ponemos el foco en la economía gallega, la evidencia sugiere que su exposición al Brexit es inferior a la media de España. Estos cálculos se realizan atendiendo fundamentalmente a la magnitud, evolución y composición de las relaciones comerciales con el Reino Unido. Galicia sería la tercera región española que menos afectada se vería, solo por detrás de Canarias y Castilla-León, que arrojan porcentajes de afectación muy similares al nuestro. Paradójicamente, este menor grado de exposición estaría vinculado a que Galicia tiene una participación en las cadenas globales de valor ligeramente inferior a la media de España.

A día de hoy, la buena noticia es que todavía existe la posibilidad de un acuerdo que evite la salida desordenada y el consiguiente caos. No obstante, independientemente de cómo se resuelva definitivamente el proceso, todo parece indicar que la desconexión se va a consumar en un contexto de desaceleración económica general y de contracción del comercio mundial. Estamos pues ante un "shock" que introduce dosis adicionales de incertidumbre en una coyuntura económica global ya de por sí complicada, de ahí la justificada inquietud que experimentan empresas, gobiernos y ciudadanos en general.

Lo cierto es que, más allá de su influencia específica sobre determinados sectores económicos, el Brexit tiene un efecto transversal sobre el conjunto de la economía. Esto es así, en la medida en que condiciona significativamente la percepción del riesgo y alimenta la desconfianza de los agentes económicos, con el consiguiente deterioro de las expectativas y el potencial impacto que de ello se deriva para la evolución futura de las economías. Por otra parte, cuando se evalúan las consecuencias sobre las economías de los países que permanecen en la UE, no se puede ignorar el posible efecto dominó, por el cual la salida de un miembro influyente del club podría reducir los incentivos de los demás miembros a permanecer. Aunque de carácter intangible, este es un potencial factor generador de inestabilidad nada desdeñable.

Dada la etapa del proceso en el que nos encontramos, la prioridad en la agenda de los responsables de toma decisiones debería pasar de la cuantificación de los efectos a la valoración de posibles alternativas para afrontar dichos efectos. En este sentido, un concepto importado de las ciencias del medio ambiente, la resiliencia, es útil para describir la problemática asociada al Brexit. En el ámbito económico, la resiliencia alude a la capacidad de un territorio para resistir y/o recuperarse rápidamente de una perturbación externa. Uno de los elementos determinantes de la resiliencia de una región económica es el grado de diversificación de su estructura productiva. Cuanto mayor es la diversificación productiva mayor es la capacidad de resistencia de dicha región. Es aquí donde topamos, una vez más, con una de las debilidades estructurales de la economía gallega que, con un índice de concentración sectorial superior a la media de las regiones europeas, se situaría en una posición de desventaja. En definitiva, el desafío está servido: frente a las amenazas del Brexit, economías más resilientes.

*Profesor de la Universidad de A Coruña y coautor del estudio del Brexit en Galicia del CES

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