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Joaquín Rábago.

Las banderas las carga el diablo

Las banderas las carga el diablo. Y si no, que se lo pregunten al pobre paracaidista que el otro día quedó colgado accidentalmente de una farola cuando intentaba llegar con la que portaba al palco real durante el desfile del 12 de octubre.

Había que ver el rostro desencajado del pobre militar cuando se acercaron los Reyes a saludarle: parecía como si temiera que le fueran a hacer sus superiores un juicio sumarísimo por su desgraciado percance.

No me hace falta bucear en las redes sociales -es algo que detesto- para imaginarme la cantidad de chanzas que ese suceso ha provocado entre nuestros compatriotas, siempre dados a sacarle punta a todo.

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Para mí, lo ocurrido en la capital de España el día de la llamada Fiesta Nacional es una clara señal de advertencia, una simple alerta: dejemos de abusar de la bandera, que ello solo puede volver a traernos desgracias.

Porque a diferencia de lo que ocurre en otras partes -y pienso, por ejemplo, en nuestra vecina Francia, en Suiza, en los más lejanos Estados Unidos- la bandera es aquí instrumento de división que no de unidad o de concordia.

Afea la derecha a la izquierda -esa que el dictador Francisco Franco llamaba "la anti-España"- que se cisque continuamente en la bandera, ese símbolo nacional que aquélla se empeña abusivamente en considerar, por el contrario, como su exclusivo patrimonio.

O que muchos, y ahí si le doy a la primera toda la razón, hagan ascos a hablar de España y utilicen estúpidos circunloquios como el Estado español, confundiendo geografía, territorio y organización política.

Otra cosa que habría, sin embargo, que considerar es la elección como Fiesta Nacional del 12 de octubre, eso que durante el franquismo se llamó el Día de la Raza, algo que seguramente ignorarán las generaciones crecidas ya en democracia.

Resulta cuando menos repugnante ver cómo unos patriotas de bandera, que no de otra cosa, al tiempo que vitorean al Rey y a las Fuerzas Armadas, se dedican a abuchear al presidente del Gobierno, es decir al único a quien el pueblo español ha elegido democráticamente.

No le falta por otro lado razón al profesor Javier Pérez Royo cuando se pregunta si el 12 de octubre es el más adecuado como Fiesta Nacional porque lo que en realidad se celebra ese día es "el inicio de la construcción de un imperio, la conquista de unos territorios y el sometimiento de sus poblaciones".

Es, como explica ese catedrático de Derecho Constitucional, una fecha compartida a ambas orillas del Atlántico, pero con un signo totalmente opuesto: sujetos activos aquí y pasivos, al otro lado, de un proceso histórico con sus luces y sus sombras? como todos los humanos.

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