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galería de cristal

Siglo y medio de bandas de música marinenses

El próximo lunes se cumplirán setenta años del trágico accidente ferroviario que se llevó por delante el pseudoautobús en el que viajaban los miembros de la Banda de Musica de Marín y la vida de su director José Rodríguez Sampablo, además de lesiones de diversa consideración de otros componentes cuando regresaban de una actuación en Vigo. Ángel García Carragal, enfrascado en estas cosas de resucitar la historia de Marín, e hijo de uno de los músicos que, salvando el fallecimiento del director, más sufrió las consecuencias de aquel accidente, me encarga la misión de hablar, durante el acto de homenaje a aquella banda que se celebrará el próximo domingo en el multiusos, tanto de la tragedia como de la cadencia histórica de las bandas de música marinenses.

Y, escudriñando aquí y allá datos para engarzar un breve discurso, me encuentro con una riqueza cultural verdaderamente digna de que sea conocida por los marinenses para que, de una vez por todas, nos demos cuenta del potencial que Marín tiene en muchos campos y, específicamente en el musical porque, a lo largo de casi dos siglos, se han escrito brillantes páginas que merecen ser conocidas por quienes aquí habitan y, sobre todo, por los cenizos que acostumbran a denostar siempre lo que fuimos, lo que somos y lo que valemos.

Y es que, la tradición musical en lo que a bandas de música populares se refiere, viene desde el año 1868, o al menos es el momento más antiguo que hemos podido localizar, sin negar que, anteriormente, también hubría agrupaciones de éste o parecido rango. En ese año, es decir, hace siglo y medio, había en Marín dos bandas, que eso si que es tradición. Una era la de "Marín Darriba" y otra, la de "Marín de Abaixo", con nada menos que 40 componentes cada una, que ¡ya es decir!. Se fusionaron en 1889 y, a partir de ahí, todo fue una sucesión de agrupaciones interrumpida por la guerra civil, por habituales desavenencias entre componentes o por el trágico accidente ferroviario antes apuntado.

He recopilado nada menos que catorce nombres de directores entre Manuel Trelles González, del año 1868, músico de talla internacional de aquella, y Alberto Arribas, el actual, quien tiene en su mano la nueva página histórica de nuestra música más popular. En el medio nombres tan conocidos y entrañables como Eduardo Otero Molas, Luis Couselo (Pachán), Francisco Landín Pazos o el mismísimo José Rodríguez Sampablo quien será especialmente recordado el próximo domingo en el acto del multiusos, justamente setenta años después de haber rendido su vida en verdadero acto de servicio.

Y ordenando los datos que intentaré acercar a los asistentes previamente al concierto de Musimarín, se me ocurre pensar en lo negativo que aquí somos para todo. Acaso por el desconocimiento de nuestra propia historia siempre, para ésto y para otras muchas cosas más, nos empeñamos en restarnos importancia y en ser críticos con nosotros mismos hasta el extremo de hacer gracejos con el impresentable dicho del "Marín pueblo infeliz?" que el autor de una murga carnavalera nos dejó, desde hace muchos años, como herencia para, increíblemente, regocejo de los propios hijos de este pueblo que es mucho más grande de lo que, seguramente, merecemos, aunque también es verdad que, somos capaces de dinamitar sin el menor miramiento, cualquier iniciativa que surja de personas o entidades, por pura envidia o por aquello de quítate tú, que empezaste, que ahora voy yo, que soy mas listo, aunque a los cuatro días desaparezca lo que bien había empezado.

La iniciativa de García Carragal y sus "Xornadas do Encontro coa Historia" traerá el próximo domingo a la actualidad la realidad de una trayectoria cultural popular que merece ser conocida por los marinenses de bien. Estoy seguro que habrá otros que buscarán argumentos contrarios para no reconocer la realidad porque aquí somos como somos ahora y siempre. De paso, muchos conocerán también el episodio del accidente ferroviario que, visto con setenta años de perspectiva, pone los pelos de punta. Y el maestro Sampablo, allí donde esté, se verá reconfortado con este sencillo homenaje en su recuerdo. Lo merece.

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