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De vuelta y media

El ingeniero León Domercq Un técnico que dejó huella por su gran labor al frente de Obras Públicas y la Junta de Obras del Puerto entre los siglos XIX y XX

Ingeniero de caminos, canales y puertos, León Domercq Alzua dominó con pericia las tres especialidades y dejó incontables muestras de su capacidad profesional al frente de la Jefatura Provincial de Obras Públicas y la Junta de Obras del Puerto entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Y como presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País de Pontevedra unió su prestigio intelectual a su competencia técnica, dos cualidades difícilmente coincidentes en una misma personalidad. De ahí su grandeza.

Domercq, de ascendencia francesa y no Domerq como el jerez andaluz, llegó a Galicia por casualidad tras su elección por la Diputación de Ourense como ingeniero jefe de caminos de aquella provincia en 1878. Allí desarrolló un importante trabajo durante los quince años siguientes.

El trazado de la carretera de Ourense a San Clodio pasando por Castrelo acaparó una dedicación especial por su importancia como eje básico de la red provincial. Dentro de aquel proyecto, él fue quien primero diseñó en 1887 un puente metálico sobre el Miño para comunicar Rivadavia con Castrelo. Luego, la estructura se cambió tras su marcha y no llegó a ejecutarse hasta veinte años después.

León Domercq obtuvo una plaza en propiedad en la Jefatura Provincial de Obras Públicas de Pontevedra en 1890, pero todavía siguió en Ourense dos años más en comisión de servicios para terminar los trabajos pendientes, entre ellos la carretera de Rúa de Petín a Viana do Bolo.

Durante aquel ínterin, con un pie en cada provincia, recibió del Ayuntamiento de Pontevedra el encargo del proyecto del nuevo Hospital, dado que no existía ninguna incompatibilidad profesional. Entregó el trabajo en 1893 y también ejerció como director de la obra que realizó el contratista Domingo Malvar Rodríguez (abuelo de Pin), hasta su finalización cuatro años más tarde.

Una fuerte trifulca política enmarcó la recepción del Hospital una vez acabado, pero su buen nombre no sufrió ninguna mancha y las aguas volvieron a su cauce con la entrada en funcionamiento del centro asistencial durante el mandato del alcalde Bernardo López Suárez Cobián.

A principios de 1893 Domercq recibió la orden de incorporarse a su puesto en Pontevedra y aquí se asentó con su familia hasta su fallecimiento en 1929 tras culminar una brillantísima trayectoria profesional.

La reanudación del proyecto de carretera entre Pontevedra y O Grove fue el primer encargo que recibió a su llegada, germen de la actual PO-308. Cuando unos obreros talaron salvajemente unos plátanos durante su ejecución, de inmediato ordenó su reposición. Algún tiempo después mandó plantar el primer seto de separación entre el final de la Alameda y la vía férrea.

Por fructífera mediación de José Elduayen, realizó los primeros trabajos para la construcción del muelle de Bouzas, en Vigo, y cumplimentó la recepción de la carretera de Tui hasta el puente internacional.

El encargo recibido de Manuel Becerra Armesto, uno de los hombres más ricos de Pontevedra, para instalar el gas acetileno en su palacio de Salcedo (Misión Biológica), constituyó otra muestra de su reputación técnica.

Domercq se convirtió en ingeniero jefe de Obras Públicas en septiembre de 1899 tras la marcha del anterior titular, Manuel Lafuente, con motivo de su ascenso a inspector general. Desde entonces, su relevancia personal, tanto técnica como social, creció de forma pareja a la actividad desplegada por su potente departamento, sin duda el más numeroso y cualificado entre las dependencias ministeriales.

A finales de 1904, el grueso de la plantilla a su mando estaba formada por tres ingenieros (Juan Trapote, Enrique Picó y Eduardo Fungueiriño), cinco ayudantes (Ángel García, Pedro Velasco, Bernardo Larrañeta, Teodoro Domínguez y José Villar, dos delineantes (Ricardo Díaz de Robles y Ernesto Rivera Taboada), dieciocho torreros y diez sobrestantes o capataces.

Como representante de la Junta Provincial de Sanidad participó en una cumbre municipal para mejorar el aabastecimiento de aguas a esta ciudad y recomendó al alcalde, Ángel Limeses, el encargo de un análisis de potabilidad a un laboratorio de Madrid para contar con plenas garantías.

Igualmente formó parte junto a Castro Sampedro de una comisión especial para acometer una importante mejora en la iglesia de Santa María: desde la instalación de un nuevo retablo en el altar mayor, hasta la construcción de dos coros laterales, así como la reforma del rosetón principal. En agosto de 1910, el templo estrenó sus dos nuevas campanas con un sonido más potente y también más vibrante, a juzgar por los comentarios emitidos.

Domercq prestó siempre a Vigo la atención que merecía su pujanza, y viajó allí con mucha frecuencia. FARO ponderó ese trabajo de forma expresa, poco antes de abandonar la Jefatura Provincial de Obras Públicas para ocupar la dirección facultativa de la recién creada Junta de Obras del Puerto.

Durante los cuatro años que permaneció en la JOP, prácticamente todos los proyectos que puso en marcha el nuevo organismo salieron de su mesa de trabajo. Una relevancia especial tuvo el estudio destinado a construir un gran muelle en la zona de Placeres como futuro puerto de Pontevedra, dotado de conexión férrea desde As Corbaceiras. Ahí estuvo el origen del actual ferrocarril al Puerto de Marín.

Desde el primer momento, la dirección facultativa encabezada por Domercq chocó una y otra vez en el seno de la JOP con la comisión ejecutiva presidida por Rafael Sáenz Diez, con el fuero y el huevo por medio.

Entre disparidad de criterios y conflicto de competencias, las cosas fueron de mal en peor, hasta el desencadenante final en 1911 por un asunto tan nimio como la reposición o no de un caño de desagüe de la fábrica de Pazó, roto durante la construcción del muro de ribera. Él se opuso al arreglo por considerarlo un mal precedente, pero la comisión facultativa impuso su criterio favorable. Domercq dejó constancia de su rechazo y luego solicitó su reingreso en el Ministerio de Fomento, donde se jubiló al año siguiente.

A partir de entonces disfrutó mucho del ambiente social de esta ciudad. Nunca dejó de contribuir para cualquier buena causa. Sus últimos donativos fueron para un homenaje a Blanco Porto en 1928, y para las fiestas de la Peregrina de 1929. Y falleció pocas semanas después.

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