Agotado el plazo legal para determinar las coaliciones que concurran a las generales del 10-N, el resultado en términos de Galicia deja un panorama sombrío. Y, lo que es peor aún, escuálido a la hora de atender los asuntos de este antiguo Reino en el Congreso y el Senado. Porque alianzas formales previas a la cita con las urnas solo hay una, y nadie sabe a estas alturas qué será para ella lo más importante. Y del resto ya quedó claro que para ellas, las Cortes atienden con prioridad los objetivos "comunes" y comparten la idea de que eso es lo que debe ser. Y punto.
No resulta mala cosa, desde luego, que existan para eso. Porque al paso que van estos Reinos, con un candidato principal a gobernarlos que se duerme autonomista y se despierta confederal -según marquen las encuestas-, más vale tener muy claro para qué sirve el Parlamento. Pero la queja implícita acerca de ausencias en la defensa eficaz de intereses gallegos -compatible con lo demás- no es banal: nunca le ha llegado el turno hasta ahora, e incluso PP y/o PSOE, o ambos, llegaron a votar contra lo que aprobó unánime la Cámara gallega. Y no fue solo en una o dos ocasiones.
Cuando llegó el multipartidismo, y a pesar de los alegres vaticinios de muchos, la cosa fue a peor, al menos en opinión de quien esto escribe. Porque si antes era de suyo difícil lograr acuerdos, ahora que es más variado el hemiciclo siempre hay un gallo que canta a deshora. Y los incrédulos pueden darse un paseo por las hemerotecas -y los desconfiados consultar los Diarios de Sesiones- para comprobar que eso es así. De modo que se cumple lo de que dos son pareja y tres multitud; y por lo tanto, si hay cinco o seis, el ruido de la muchedumbre imposibilita escuchar.
En este punto, y apelando a la lógica elemental, no es difícil de comprender lo que se ha dejado dicho de Galicia. Por la banda de la derecha -la centrista y la otra- el panorama está relativamente más despejado, pero aunque el PP sea hegemónico, de momento cada cual canta sus himnos. Por la izquierda en cambio no solo hay división, sino fragmentación, y cada una de las partes, a la hora de entonar, tiene su propia partitura; y además la siguen por separado y con diferentes directores "estrella". De ahí que para entenderlos, y entenderse, tienen que apelar al lenguaje de los gestos, y no todos se saben ese alfabeto. Para desdicha del país.
Con las cosas como -desde la opinión personal- se describen, no ha de extrañar que la defensa de Galicia será una simple cuestión de suerte o de coincidencia. Porque el problema no son solo los fragmentos de unos y las prioridades de otros, sino que se repelen entre sí. En Marea, ahora parece que aliada con el BNG, con casi todos los demás y otros, que dicen haber nacido para capitanear aquella defensa aquí y allá son ahora parte subordinada de un mejunje político hecho con una receta imposible. Claro que, por si pillan a alguien despistado, todos harán una prédica como si fuesen los ángeles custodios del antiguo Reino. Y, por difícil que parezca, siempre habrá alguien que se lo crea.
¿No...?