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Olga Seco Seco.

El Greco, el otoño y yo

Por lo visto, los fondos del otoño sublevan nuestra atmósfera emocional, creo que todos tenemos dos versiones; sí, somos contrastes de luz sin suavizar, unas veces somos nota clara y otras no pasamos de sombra. Sin embargo, es importante reconocer, que el movimiento emocional no es el mismo de jóvenes, que de mayores. A determinada edad la vida no hace simpatías con el aliento valeroso y sin darnos cuenta nos volvemos conformistas y cobardes...

Todos los años, y además con una fidelidad extraordinaria, en otoño pienso en El Greco. Su obra es la psicología que administra el sentir que se funde con la atmósfera y el ambiente. ¿Saben? A veces pienso que la alegría es una ilusión visual que depende de los colores del ambiente. En otoño todo parece mimetizado, junto a la luz que anda corta de tiempo se aprecia el detalle. En realidad, creo, que el costumbrismo es pintura devocional que nos señala sin severidad el camino. Hay lienzos tan amables que parecen compadres...

El atemperado colorido de los cuadros de El Greco invita al pensamiento. Desafortunadamente, a día de hoy, no buscamos el efectivismo de la luz tenebrosa, al contrario: lo prodigioso nos asusta. El ánimo se vuelve sumiso al no saber dilucidar...

Claramente, el otoño me encanta, es la época del año más cuerda y consciente. Además, en mi caso, es el reencuentro con El Greco y su luz. La melancolía es preciosa, se anticipa al arte y a la creación con bastante exactitud. La serenidad es un apacible rostro que comprende perfectamente el mundo interior. Pues sí, un año más: El Greco, el otoño y yo.

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