Errejón ha dejado de ser el niño probeta para convertirse en el hombre de moda, aunque en parte seguirá encarnando el instrumento volumétrico para medir la liquidez de la izquierda. Nada cambia, los errejones de este mundo, menos asilvestrados que otros compañeros que transitan por la misma acera, han acabado por lo general en el PSOE. Hay varios ejemplos de trashumancia comunista que servirían para ilustrarlo. Pero el sanchismo, antes de que eso ocurra si es que ocurre, quiere cobrarse el favor y meterle el errejonazo final a Iglesias. Supongo que para ello habrá hecho el cálculo más adecuado del efecto de la Ley D'Hondt en los territorios. Errejones en Madrid y en las circunscripciones más grandes, de siete o más escaños, y ni sombra de ellos en las pequeñas. De lo contrario la fragmentación en la izquierda podría tener en noviembre el mismo impacto nocivo que tuvo en la derecha en abril.

De momento la teoría monclovita es que Errejón suma más que resta para el PSOE. Comparado con lo que hay, la tercera pata de la izquierda es el populismo de rostro amable de un político baby face que viene a aniquilar a su antiguo conmilitón, el Lenin de Galapagar. Su papel es el del ángel exterminador: las insurrecciones en marcha en Valencia y Andalucía así lo indican.

Todos proceden de Laclau y del peronismo, Errejón, Iglesias y Monedero, pero la guerra de tronos ha resultado ser más cruenta de lo que se esperaba y en mucho menos tiempo. Sánchez ve ahora en el hombre probeta el aliado inmediato, siempre y cuando su papel no entre en contradicción con las ambiciones del que quiere todo el poder para sí mismo.