Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Rajoy sigue gobernando

Al expresidente Rajoy lo retrataron de vago que solo leía diarios deportivos y fumaba puros; pero lo cierto es que sigue gobernando a título políticamente póstumo con los presupuestos urdidos en su día por el ministro Montoro. Si el Cid ganaba batallas después de muerto, el de Pontevedra ha conseguido, sin proponérselo, que su programa económico del año 2018 continúe en vigor hasta el 2020, cuando menos. Su sucesor Sánchez se ha limitado a gestionarlo con no poca aplicación.

Sobra decir que la imagen de indolencia que sus enemigos atribuían a Rajoy era, cuando menos, paradójica. Bien hubieran deseado los trabajadores, un suponer, que se limitase a leer el "Marca" en vez de ejecutar la reforma laboral que tantos derechos les redujo. Reforma que se mantiene, como es natural, tras más de un año de gobierno de la izquierda que iba a abolirla en un santiamén.

Un haragán no habría tenido tiempo de introducir, entre siesta y siesta, medidas tan drásticas como la prisión permanente revisable, que viene a ser una perífrasis de la cadena perpetua vigente en otros países. Tampoco parece cosa de poca enjundia el cambio de modelo de enseñanza mediante una nueva Ley de Educación, la LOMCE, que de momento permanece en el limbo. O la no menos controvertida Ley de Seguridad Ciudadana, atinadamente llamada Ley Mordaza, que continúa ejerciendo sus efectos.

Sorprende que un gobernante al que reputaban -y aún reputan- de tibio e indeciso impulsara cambios de tanto calado en la Educación, las relaciones laborales, la seguridad y el Código Penal. Más bien da la impresión de que sus críticos, mayormente los del propio partido, creían que Rajoy vacilaba cuando en realidad les estaba vacilando. (Vacilar, en la quinta acepción de la RAE, significa, como es sabido, "engañar", "burlarse" de alguien o "tomarle el pelo").

Año y pico después de que Sánchez descabalgara a Rajoy por medio de una moción de censura, todo ha cambiado para que todo siga igual. El Gobierno interino de Sánchez deberá prorrogar por segunda vez los Presupuestos Generales del Estado que resumen la política de su predecesor; y casi ninguna de sus reformas -laboral, educativa, penal, o de cualquier otro tipo- ha sido revertida.

La España de Sánchez sigue siendo en esencia la de Rajoy, a la espera de que un resultado aritméticamente más manejable de las próximas elecciones permita a los futuros gobernantes decidir algo de mayor sustancia que el salario mínimo.

Mientras ese momento llega -o no-, los partidarios del gobierno duro, las decisiones firmes y la solución de los problemas en dos patadas empiezan a valorar, algo tardíamente, el talante reposado de Rajoy, que a menudo confundían con flojedad.

El propio Pablo Casado, que no iba a casarse con nadie, tropezó abruptamente con las urnas en su empeño de distanciarse de su blando predecesor. Al día siguiente de las últimas elecciones ya estaba ensalzando las virtudes del centro: ese impreciso caladero de votos en el que, según casi todos los manuales, se gana el acceso al poder.

Esos días de ahí atrás, sin ir más lejos, el líder del PP se reunió con Rajoy para consultarle -según los enterados- sobre las artes del marianismo aplicadas a la política. La idea consistiría en quitarle bemoles y añadir finura y cintura al discurso de los conservadores. Rajoy sigue gobernando desde la playa, aunque es probable que ni él mismo haya caído en la cuenta.

Compartir el artículo

stats