En Sunset Boulevard, un guionista poco afortunado llamado Joe Gillis se encuentra por casualidad con Norma Desmond, una estrella del cine mudo, en la mansión donde esta vive recluida. Al reconocerla, Gillis le dice a la actriz que ella había sido "grande", un mito de la prehistoria de Hollywood, la era de Chaplin, Buster Keaton y Rudolph Valentino, antes de que las voces de los intérpretes irrumpieran en las pantallas. Una época ya pasada que muchos, incluidos los magnates de la industria, comenzaban a olvidar. Desmond, molesta, lo corrige de inmediato: " Soy grande. Son las películas las que se han hechos pequeñas". La actriz se pasa los días encerrada en su casa viendo sus propias obras, regocijándose en sus conquistas pretéritas de cuando era un mito cinematográfico y aislada de un mundo que ha cambiado y que ella se niega a aceptar. A través de esa ceremonia narcisista, Desmond pretende parar el reloj, detener la historia en el punto exacto que más le conviene para poder seguir disfrutando del poder y la gloria.

La obra maestra de Billy Wilder, que en España se tituló El crepúsculo de los dioses (un extraño acierto literario), refleja, con una brillante mezcla de lirismo y humor, los perniciosos efectos de un tipo de melancolía que suelen manifestar los movimientos nacional-populistas. Esto se observa ahora en algunos líderes políticos que pretenden regresar a una supuesta edad de oro, cuando sus países no eran sino unos paraísos terrenales, exentos de corrupción moral y caos identitario, donde imperaba la ley y el orden y los ciudadanos se sentían agradecidos por haber nacido bajo ese cielo, confundiendo, como diría Benedict Anderson, el azar con el destino. En los sistemas totalitarios se hacían enormes esfuerzos a nivel institucional para escoger aquellos periodos históricos que, a juicio de los ideólogos del régimen, mejor retrataban a la patria, vinculándolos con el presente y estableciendo una narrativa hecha a medida en la cual se omitían otros siglos y acontecimientos no tan deseados.

Eso lo vemos muy bien, por volver al cine, en la película franquista Raza, de Sáenz de Heredia, donde la historia de España se explicaba a través de los ascendientes del capitán de navío Pedro Churruca, cuyo relato familiar se inicia en la Reconquista (al menos en "espíritu"), continúa en el colonialismo finisecular y acaba terminando, como era previsible, en el bando nacional de la guerra civil, excluyendo del país a todo aquel que no se ajustara a dicha cronología. Aquellos movimientos ideológicos, por supuesto, son distintos a los de ahora. Pero sí comparten esa melancolía. Se dice que hay que hacer a las naciones "grandes" de nuevo, que es necesario regresar a una era en la que ciertas jerarquías no se cuestionaban. Una era con menos diversidad y, sin ninguna duda, menos libertad, sobre todo para las minorías. No se expresa de esa manera, claro. Todo es más sugerente. Es un rechazo a la realidad. Si el mundo cambia, peor para el mundo. Como en el cine sonoro Norma Desmond no podía lograr la grandeza, ella prefería enmudecerlo de nuevo.