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Luis M. Alonso.

El crimen colectivo

Si como decía Renan las naciones solo cuajan del todo cuando tienen un gran crimen colectivo e histórico que ocultar, el Reino Unido está en el camino de convertirse en el paradigma de ese tipo de condensación nacional. Por ejemplarizar con el crimen, únicamente es necesario echarle un pequeño vistazo a los documentos internos que maneja el Gobierno británico sobre las desastrosas consecuencias económicas de un Brexit sin acuerdo dentro de la UE. En el peor de los escenarios, se admite una escalada de precios en los alimentos, carencias de medicinas y caos en las aduanas que acentúan el sarcasmo de aquel viejo chiste de la insularidad británica y el pretendido aislamiento del continente.

A los españoles, por regla general, siempre nos han hecho gracia los ingleses. Hemos apreciado en ellos el tic cómico que nos falta para afrontar la vida con sentido del humor. De hecho muchos de nuestros humoristas más distinguidos mantuvieron frecuentemente el pie en el estribo de la anglofilia.

En parte, la simpatía por lo británico procede de ese espíritu indómito de posicionarse siempre en contra. Pero el Brexit salvaje que defiende Boris Johnson, a toda costa, desafiando al parlamento y a las leyes de gravedad, es un auténtico disparate desde el momento en que es el propio Gobierno que lidera el mismo que admite los daños que puede acarrear al país salir de la UE dando un portazo.

Hacer lo contrario que los demás puede resultar extravagante cuando se traduce en algo inofensivo como es conducir por la izquierda. El problema radica en jugar a la contra si se trata del interés propio y el daño es, además, evidente como sucede con los brexiters. El crimen, en su caso, es el suicidio de una nación.

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