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La compañía que inventó los teléfonos móviles inteligentes, aunque nunca nos aclaró si tal inteligencia consiste, como parece ser, en que se venden casi solos a unos precios abusivos, ha anunciado la salida de los nuevos modelos de 2019, una novedad forzada por el daño que le hacen al IPhone sus competidores coreanos y chinos. Como el acoso realizado a éstos por el presidente Trump, en un intento de favorecer los intereses comerciales de Apple, no parece dar resultado, la empresa creada por Steve Jobs acaba de lanzar a los cuatro vientos en el teatro que lleva el nombre de su fundador la enésima autoproclamada revolución en el terreno de la telefonía móvil: un aparato que lleva el nombre de IPhone XI.

Cualquiera que pertenezca a mi generación, es decir, que sea tan anciano como para haber utilizado teléfonos de los de antes -los que necesitaban estar enganchados a la línea mediante un cable-, conserva la idea de que la bondad de un teléfono consiste en que sirva para hablar por él. En tiempos eso se hacía como ahora, marcando el número al que se quería llamar, pero sólo si se trataba de un abonado local. Para poner una conferencia, que es como se conocía el empeño, a menudo inútil, de comunicarse con alguien que viviese lejos, había que llamar a la operadora -siempre era una mujer- y pedirle el favor. La respuesta tardaba a veces varias horas pero, mal que bien, estaba garantizada la posibilidad de telefonear a cualquier abonado. Ahora ya no. Los teléfonos inteligentes e incluso geniales dependen de que haya cobertura, circunstancia que a veces convierte en imposibles las llamadas. Incluso el problema empeoró cuando los teléfonos móviles pasaron a utilizar la tecnología digital. Cuando eran analógicos -allá por la Edad Media, para los más jóvenes- resultaba posible navegar desde Mallorca a Valencia por ejemplo teniendo cobertura durante todo el trayecto.

Cabría pensar, pues, en que los avances de la telefonía móvil consistirían sobre todo en facilitar la función digamos esencial de cualquier aparato de comunicación, que es la de garantizar que ésta sea posible. Pero no. Se presenta el IPhone XI en el teatro Steve Jobs de Cupertino, California, y lo que nos dicen con grandes aspavientos es que además de su objetivo normal, propio de todos los móviles inteligentes, contará con un gran angular. Semejante progreso sería digno de aplauso si se tratase de una cámara fotográfica pero estamos hablando de un teléfono. Ni una sola palabra sobre las mejoras introducidas para que su usuario pueda llamar desde lugares más o menos remotos. Pues bien, como usuario de los Macintosh desde que aparecieron, aprovecharé la oportunidad para ofrecer de manera desinteresada -léase gratuita- a la compañía Apple una idea para su futuro IPhone XII. Que incorpore una ducha. Es lo que le falta al teléfono superinteligente para que no necesitemos ya ningún otro artículo más.

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