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Un mal de ahora mismo

Meditación provisional sobre los juguetes rotos

El escribidor vive a la vera de un espacioso parque aproximadamente en el límite sur de la ciudad. Equipamiento urbano coronado de entrada por un largo paseo con árboles y bancos de madera que usamos a menudo gentes de cierta edad. Todo normal pues somos mayoría y por eso la antigua pirámide de edades se ha convertido en una especie de jarrón etrusco por la escasez de aportaciones jóvenes.

La reiterada observación de los vetustos habituales nos muestra la frecuencia de algunas soledades. No hay que dramatizar ya que cualquiera, sedente o paseante, es otro más que toma el sol o la sombra, lee la prensa o encuentra algún amigo o un viejo compañero de estudios o tertulias. Ocurre sin embargo que, por la simple repetición de actos, que es la costumbre por definición, uno aprecia también algunas soledades.

Acaso por razón de oficio, llega uno a a sospechar posibles circunstancias personales de gente entrada en años, tarda de movimientos, actitud melancólica, sedente y silenciosa como dejando transcurrir el tiempo. Sucesos recientes patentizan esos cansancios de la vida que padecen los que aquel Summers, que alguien recordará, llamó "juguetes rotos", antes triunfantes jóvenes y hoy ancianos, enfermos, caducos, olvidados o muertos.

Dejo aparte los casos patológicos por definición. Ignoro dónde acaba la normalidad y empieza el desequilibrio, lo que va del triunfo al fracaso, de la realización personal a la decadencia, de la fama al olvido. Pero el ocaso no tiene por qué ser una derrota. Es la vida que pasa en torrentera como abriendo paso a los que vienen detrás. Verlo así y aceptarlo es puro realismo.

Salvo patologías, que tendrán tratamiento, la vida de hoy en el occidente civilizado se ha hecho conflictiva, tal vez menos humana y hasta despreocupada por entender que todo se nos debe de justicia y poco o nada existe que sea venerable y trascendente que dé sentido a la vida y en lo que merezca la pena creer y confiar. Pero la vida necesita aliento, combustible, razones para continuar.

El posible error de algunos tempranos triunfadores como Blanca Ochoa sea el de apostarlo todo enseguida y a una sola carta con el riesgo de cosechar fracasos, quedar sin alicientes y caer al fin en la muy fácil tentación de huir.

Conviene confiar en que en el otro mundo reinen la comprensión y la sonrisa.

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