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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El decoro

Una de las instituciones que, en teoría, ha de tener la agenda repleta -porque representa a "la gente", se supone que a toda, siempre sujeta a problemas serios- es el Parlamento. Y a la vista de lo que trata de vez en cuando, Galicia debe ser el reino de la felicidad, dado que su Cámara dispone de tiempo no ya para debatir sobre la libre elección de falda o pantalones para las alumnas en colegios que imponen uniforme, sino que encarga a su Mesa un estudio en la procura de "decoro" en el uso de sus instalaciones y/o dependencias. Que incluye prohibición para quien lleve prendas que "menosprecien" ese decoro. Vaya?

Sin duda, cuestiones como esas -las relatadas son solo un par, pero hay algunas más, parecidas- reforzarían la sensación ya citada sobre la relativa escasez de cuestiones "básicas" que deberían reclamar algo más de tiempo en el quehacer de los representantes de la soberanía popular gallega. Asuntos como la crisis demográfica, el cambio climático o los avisos de temporal económico, por citar tres diferentes y que están no ya al pairo, sino sin ideas sobre el modo en que se afrontarán. Algo que, si no solución, porque la Xunta no es Dios, reclama preparación.

En todo caso, y ya que tales asuntos superan el nivel de competencia -en todos los sentidos- de la Cámara, quizá sería útil que ampliasen las explicaciones y la casuística que habrá de abarcar eso del decoro. Y como se relacionan con visitantes y prendas de vestir, harían falta ejemplos y usos en temporada de calor o frío, descartándose en todo tiempo -se supone- acudir en paños menores. Aunque quizá haya de especificarse más, por aquello de que cuando se pretende normativizar lo obvio, e incluso el sentido común, pueden salir unos reglamentos pintorescos.

Claro que, si sus señorías tienen tiempo para dedicarlo al respeto -porque parece el fondo de la cuestión- es posible debieran atender algunos informes que hablan de una falta de esa virtud -respeto- más que notable. Ausencia sobre la que versa uno, del Tribunal de Cuentas, en el que se denuncia lo que ocurre en municipios en los cuales se gastan bastante más de 200 millones en obras o proyectos sobre los que pesan advertencias de ilegalidad. Y otro de Hacienda acerca de que más de 90 concellos se saltan el límite establecido y que es de obligado cumplimiento.

Así pues, aprovechando lo del decoro, convendría que los parlamentos -entre ellos el gallego, naturalmente-, además de a cuestiones de usos y costumbres, dedicasen siquiera parte de su tiempo a los asuntos en los que el dinero de todos se malgasta en los intereses electorales de unos cuantos y en los que no pocos gobiernos, locales o no, se olvidan impunemente de la normativa que han de preservar mientras que si los que la incumplen son gentes del común no dudan en manejar la estaca fiscal para crujirles el costillar. Y eso sí que es del todo indecoroso.

¿No??

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