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tribuna del lector

Peinador

Tal vez en pago de un inclemente peaje, quienes tenemos la inmensa fortuna de disfrutar del paraíso natural que conforman Vigo y los pueblos de su entorno hemos de afrontar con pertinaz reiteración los obstáculos que nos impiden acercar distancias a los más variados destinos. Como aparente encarnación de aquellos pioneros de la aviación, Santos Dumont, hermanos Wright, Lindbergh o nuestro lalinense Joaquín Loriga, también aquí al deseo de volar se oponen tenazmente las más diversas y oprobias circunstancias. Sin que los avances tecnológicos sepan poner a salvo tanta dificultad e incluso tanta desidia, en corresponder a la legítima aspiración de más de medio millón de personas. Al menos, en aquellos se hizo carne el merecido éxito de su historia, que muchos llegaron a pagar con la vida.

Cuando, desde 1969 el hombre ha viajado ya a la luna en media docena de ocasiones o cuando incluso el cineasta James Cameron ha descendido al mayor abismo de los océanos, Peinador prosigue su arduo e incomprendido intento de abrir el mundo a sus gentes con la misma plenitud y competencia que lo hacen otros aeropuertos de mucha menor enjundia. Sin que el enorme esfuerzo del empeño pueda compensar tanta frustración, desinterés e incluso sinrazón.

Nuestro aeropuerto, cuya denominación, aunque fuera de soslayo y por avatares del destino, rinde también homenaje a Enrique Peinador, aquel gran personaje que puso a Mondariz y a toda la comarca en el centro de la vida política y cultural de la España de la primera mitad del siglo XX, ha tenido que enfrentarse desde antes de su inauguración en 1954 a los más diversos elementos. Desde la falta de financiación para su construcción, suplida por el generoso esfuerzo de aquellos vecinos que fueron reclutados manu militari por el Comandante Felipe Sánchez, a la realidad actual, todo fueron trabas y escollos. Solo la fortaleza popular, el empuje y compromiso empresarial, el eco y trascendencia de los medios sociales han permitido la conquista de las mejoras técnicas que hoy ofrece nuestro aeropuerto. Dispone incluso de un sistema de aproximación ILS que permite aterrizajes en condiciones climatológicas adversas, largamente demandado. Tal vez en esta empresa y desde algún lugar celestial no sea ajena la mano de don Enrique. Suyo era el deseo de convertir a Vigo en origen y destino de sus sueños, también de su tranvía; y celeste es también el color que la resalta.

En cualquier caso, todo ello resulta insuficiente cuando los renovados obstáculos se suceden como reprobación del destino a un pecado original, todavía no revelado. De poco valen las mejoras técnicas si las compañías aéreas le dan la espalda y retiran sus aviones. En los últimos años parecía abrirse camino la equiparación de Peinador con otros aeropuertos del mundo, en los que volar a precios razonables es norma al uso y no solo un privilegio de pudientes. Sin embargo, han vuelto los tiempos en los que, salvo el azar de una compra de pasaje con una antelación histórica, vuelve a ser más barato viajar a Baleares, Málaga o a Canarias desde Finlandia, Suecia o Dinamarca que hacerlo desde Peinador. La deserción de Ryanair y la ausencia de alternativas han dejado nuevamente a nuestros ciudadanos al pie de los caballos de las demás compañías. La falta de competencia low cost les permite nuevamente fijar el precio de sus vuelos sin reparo o deferencia. Con la iniquidad de imponer tarifas verdaderamente confiscatorias a quienes acuden con la urgencia de un viaje inmediato. En la contenida displicencia, además, de saberse imprescindibles en la vida de tantos ciudadanos.

Estamos sin duda en una economía de mercado, en la que tienen especial relevancia la oferta y la demanda, pero ello en modo alguno puede eximir a las administraciones públicas de velar por el interés general y el uso de un servicio esencial como es el avión. A todas, sin excepción, corresponde poner coto a esta situación, con las necesarias regulaciones y el otorgamiento de cuantos acuerdos sean necesarios para la definitiva reposición del equilibrio servicio-tarifa. Los ayuntamientos, la Diputación y la Xunta de Galicia tienen la obligación de embridar la prestación de este servicio en las mejoras condiciones. Sin menoscabo de las empresas, pero evitando actitudes confiscatorias a la economía de los usuarios. Como les corresponde también promover la adecuada regulación de aquellas situaciones de suspensión de vuelos, cambios de destino, demoras y un sinfín de contingencias, en las que el usuario se encuentra verdaderamente inerme e indefenso ante la compañía de turno, y los jueces y tribunales limitados por una legislación difusa e imprecisa.

La relevancia del transporte aéreo para una comunidad como Galicia, en la que el turismo representa el 11% del PIB, con más de cinco millones de visitantes, y con sectores tan punteros como la automoción o la pesca, especialmente en Vigo y su comarca, no permite a ninguna de nuestras Administraciones ponerse de perfil cuando de afrontar esta situación se trata. El impulso, la colaboración leal y la contribución son instrumentos que han de hacerse valer y, a la vez, principios de innegociable observación.

Si olvidamos que Peinador es nuestro aeropuerto, el de todos, mal nos irá.

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