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Francisco García.

Billete de vuelta

Francisco García

Calimocho en Caná

Sobre el riesgo del creciente consumo de alcohol entre jóvenes y menores

Según se ha puesto de manifiesto en un Congreso de la Sociedad Española de Epidemiología, muchos jóvenes consideran un consumo responsable de alcohol no sobrepasar los cinco whiskys o las diez cervezas de una tacada, en una noche de jarana y curda. Todo lo que sea superar esos límites lo entienden como una irresponsabilidad. O sea, que los chavales que se toman un par de cañas por socializar son unos cartujos. En la expresión beber con moderación, Moderación es una amiga que ha venido a la fiesta.

Cabría preguntarse si existe el consumo responsable de los productos etílicos, como recomiendan por obligación las marcas que comercializan licores y bebidas espirituosas; o si, por el contrario, lo más responsable es no consumir una sola gota de alcohol. Lo que se plantea en este dilema es asunto peliagudo que puede condicionar el sistema de salud de los próximos años, a la vista de una juventud mayoritariamente beoda, que ha hecho de empinar el codo actitud básica de su manera de divertirse o de emplear sus horas de ocio.

Para los expertos, un consumo responsable es aquel que realizan las personas adultas sanas y que no supere los límites de riesgo para la salud. El problema es cuando los consumidores ni son adultos ni conocen los riesgos que el alcohol conlleva. ¿Por qué resulta más fácil beber ocho cervezas en dos horas que ocho vasos de agua al día? Si la Biblia se escribiera hoy, para ganar adeptos juveniles Jesús habría convertido el agua de las bodas de Caná en calimocho.

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