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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

De caballos y de futbolistas

No hay nada como aludir al fútbol, aunque sea tangencialmente, para atraer la atención de los lectores. Hasta de los más despistados o perezosos. Sobre todo, después de haber visto la reacción suscitada por un artículo en el que comentaba las maniobras del brasileño Neymar para escapar de la "jaula de oro" en que lo habían confinado los jeques cataríes propietarios del Paris Saint Germain; un equipo con el que aspiraban a ganar los campeonatos más prestigiosos.

Como seguramente recordarán los aficionados, los jeques habían pagado 222 millones de euros por liberar al jugador de su compromiso con el Barça. Una cantidad de dinero fabulosa y nunca vista hasta entonces en el mercado, que suponía además el cobro anual de un salario neto de otros 30 millones de euros, al que habría que sumar también contratos publicitarios, bonus y otras percepciones en moneda de curso legal. Baste citar, por vía de ejemplo, que por la filmación durante cuatro horas de un paseo por las calles de Barcelona a bordo de un automóvil de una marca japonesa llegó a cobrar 550.000 euros. Y la presentación oficial del jugador con la camiseta de su nuevo equipo resultó tan espectacular como cualquiera de los capítulos de "Las mil y una noches". En la apoteosis de la celebración, la Torre Eiffel, uno de los símbolos de la capital de Francia, apareció iluminada con los colores del PSG y una leyenda con la imagen de un Neymar sonriente.

A los que ya nos había escandalizado hace años el pago por el Barça a última hora de la cláusula fijada para la liberación de Rivaldo (entonces en el Deportivo coruñés) por 4.000 millones de pesetas más 500 millones de IVA, este nuevo derroche de la "sociedad del espectáculo", que diría el filósofo francés Guy Debord, no deja de sorprendernos.

Afortunadamente (aunque no siempre), los excesos se pagan y el rendimiento deportivo de Neymar no respondió (parecería imposible) a las expectativas creadas. El jugador se lesionó varias veces, las fiestas y los viajes a Brasil para celebraciones familiares se sucedían y el sueño de conquistar títulos se aplazó 'sine die'. Con el dinero saliéndole por las orejas, como metafóricamente suele expresarse, Neymar añoraba los buenos tiempos del Barça triunfante junto a Messi e hizo público su deseo de retornar. Por desgracia para él, los jeques querían resarcirse de la inversión realizada y pese a las especulaciones veraniegas, no había equipo de fútbol en el mundo que financieramente pudiese afrontar la operación.

Algunos lectores quisieron interpretar como ofensiva para Neymar la alusión que yo hice a la afición de los jeques árabes a comprar por cantidades millonarias los mejores caballos de carreras. Y concurrir con ellos a los premios mejor dotados económicamente para resarcirse de la inversión. Nada más lejos de mi intención. Los jugadores de fútbol no son caballos de carreras, pero si Neymar quiere que lo dejen marcharse al Barça antes tendrá que ayudarles a ganar algún campeonato.

Mientras tanto, le recomiendo la lectura de un libro del sociólogo norteamericano Michael Sander, "Justicia ¿hacemos lo que debemos?" (premio Princesa de Asturias de 2018) en el que se recogen unas reflexiones muy interesantes sobre el derecho del baloncestista Michael Jordan a cobrar lo que cobra.

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