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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los cajones

Ahora mismo, tras conocerse el programa de trescientos puntos con el que don Pedro Sánchez busca lograr su investidura -porque gobernar es otra cosa- sorprende en cierto modo la levedad con la que se abordan determinados asuntos. Y más aún la ausencia de datos concretos acerca de cómo se hará para aplicar remedio a otros que lo tienen difícil o a los que apenas se le ve alguno. Y no se trata de incordiar o criticar en barbecho: sólo de exponer lo que a pesar de la abundancia de recetas, y de propaganda, aparece poco claro y/o de compleja viabilidad.

Una de las grandes cuestiones, al menos en opinión de quien escribe, es la de la reordenación territorial de estos Reinos. Porque no hace falta un profeta para anunciar que son llegados los tiempos de tomarse en serio la crisis demográfica, que tiene una relación directa con el mapa municipal. Y hasta con el cambio climático, aparte, por supuesto, de la crisis económica -o "desaceleración", como prefieren decir los optimistas-, cuyo ritmo tendrá que ver con los efectos del Brexit y su modo de ejecución: si se hace "a lo Boris Johnson" o de forma inteligente.

Ha de quedar claro que lo expuesto no pretende ser un inventario de horrores, y mucho menos una guía del pesimismo, pero sí subrayar que eso, y más, es lo que hay y habrá. Y que lo sensato parece prepararse para ello y reclamar, de quien aspira a ser timonel en la travesía, que aplique cuanto dijo el clásico acerca de los escritos: que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y no parece, con toda franqueza, que ni el contenido -los 300 puntos- ni el continente -que es una oferta sin consensuar a veinte días del fin del plazo- sea bueno. Porque breve está claro que no lo es.

Por escoger, en el argumentario, alguna de las grandes cuestiones pendientes, puede servir una que, además, tiene relación directa con varias de las demás: la ya citada reforma del mapa territorial. Aunque solo fuese por un motivo indiscutible, como es el de que España no puede mantener trece mil ayuntamientos, buena parte de los cuales carecen casi de habitantes. Algo que lleva decenios denunciándose pero, quizá por otro de sus efectos indirectos, como el electoral, nadie quiere tocar ni con pinzas. Y urge hacerlo de iure antes de que se tenga que hacer de facto.

Hay veces en que no solo una imagen vale más que mil palabras, sino también en que una anécdota puede servir para despejar categorías. La incapacidad material de muchas de esas miles de entidades locales para prestar servicios y para recaudar constituyen un peso muerto para el conjunto de la economía. Y no tiene otro remedio auténtico que ir a las fusiones de municipios, hechas con sentido común, con tiempo y con paciencia. Pero hay que empezar ya: en Galicia, sin ir más lejos, se ha conocido por FARO que más de un centenar de concellos no pueden pagar sus deudas y sus cajones sirven a modo de fosas comunes de facturas. No es nuevo, pero su cita sí resulta oportuna para comprobar si quienes debieran remediarlo son capaces o no.

¿Eh...?

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