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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Lo sostenible y lo insostenible

Treinta y dos grandes empresas del sector textil, entre ellas Inditex, han firmado en París un pacto por una "moda sostenible". La industria textil, es cosa sabida, es la segunda más contaminante del mundo, después de la petrolera, y es directamente responsable del 20% de las aguas residuales y del 10% de las emisiones de carbono, amén de otras agresiones contra el medio ambiente que es ocioso detallar aquí.

El pacto no obliga a nada (la adhesión es voluntaria) pero establece objetivos concretos en el comportamiento futuro, como no arrojar productos químicos a ríos y océanos, reducir las microfibras de materiales sintéticos, promover la utilización de energías renovables, eliminar el plástico de uso único, restaurar la biodiversidad, limitar el calentamiento global y proteger los océanos.

El presidente de Inditex, Pablo Isla, fijó como objetivos de la empresa gallega eliminar completamente el uso de bolsas de plástico en 2020 y el de bolsas de plástico de un solo uso para clientes en 2023. Dos años después, en 2025, el 100% del algodón, el lino y el poliéster utilizado será orgánico, sostenible o reciclado.

"Todos los que integramos Inditex -dijo Pablo Isla- estamos comprometidos con la sostenibilidad como eje estratégico clave de la empresa; el motor del proyecto radica en la convicción de cuidar el entorno con la vista puesta en el largo plazo". La música del discurso suena bien pero ahora habrá que esperar a que las palabras se conviertan en hechos. Y sobre todo constatar si esas medidas que ahora se recomienda utilizar llegan a tiempo de paliar los efectos del cambio climático cuyas primeras manifestaciones parecen algo más que preocupantes.

En unos pocos años, la producción masiva de ropa a bajo precio ('Fast fashion') ha tenido un éxito de ventas espectacular entre la masa consumidora. Entre otras cosas porque permitía saciar por poco dinero la ilusión de ir siempre a la moda, o "a la última " como solía decirse. A ese potente impulso se le añadió la disponibilidad de una mano de obra barata, sobre todo femenina, y de un ingenioso sistema de reposición de la mercancía.

El milagro se inició en un modesto local de negocio de A Coruña, pero luego se extendió a Portugal, Marruecos, Turquía, India, Pakistán y China, lugares donde el diferencial de los salarios permitía mantener la rentabilidad del sistema. Pocas veces se habrá visto una acumulación de capital tan grande y en tan poco tiempo.

El problema que se plantea ahora es cómo alcanzar el objetivo de una "moda sostenible" alterando las reglas del negocio tal y como lo hemos conocido hasta ahora. Una tarea complicada porque además de los objetivos ecológicos detallados más arriba supone cambiar los hábitos de consumo de las masas, reciclar los miles de millones de toneladas de la ropa desechada, y mejorar sustancialmente los salarios y las condiciones de vida de los obreros en países lejanos. A los que hemos vivido los años en que la ropa se cuidaba para que durase en buen uso durante el mayor tiempo posible, este derroche consumista no deja de llamarnos la atención.

Los más pequeños heredábamos la ropa de los mayores previo los correspondientes arreglos. Y la ropa de diario estaba más descuidada que la de los domingos.

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