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LA BOMBILLa

Vuelan las horas

No es sencillo ver la amargura de la persona que tienes enfrente a través de sus ojos. El silencio se vuelve infinito y el bloqueo es inmediato. Reanudar la conversación con cualquier otra pregunta es un parche mal colocado. Te desorientas y no entiendes cómo has llegado a ser el psicólogo en escasos diez minutos.

El dilema aparece en boca ajena. La disyuntiva se balancea entre un sueño profesional o renunciar a él y seguir al lado de su familia. Duelen ambas cosas. El testimonio presente admite que su hija está lejos, que trabaja en su pasión y que su ilusión se renueva cada día a las siete de la mañana cuando suena el despertador. Pero, siempre hay un pero. Su familia se ha distanciado. No tiene tiempo para pensar, porque si lo tiene, proyecta y eso desespera hasta la mente más fuerte. Porque la elección no fue suya. Sus seres queridos sabían cuáles era sus anhelos y sus convicciones. No hubo engaños y así, cuando se rompe algo con verdad, se hace en mil pedazos. Un puzle difícil de rehacer, que desespera.

Todavía tiene la herida abierta por el deber de decidir. ¿Qué escogería usted, su pasión laboral y alejarse de sus familiares o, por el contrario, estar al lado de su seres queridos y renunciar a su sueño profesional? Pensarán que el tiempo es suficiente para poder dar equilibrio a esa balanza, sin embargo, hay en gremios donde un lado pesa más que el otro. Entender cómo se llega a ese punto de no retorno es un laberinto. Un bucle mental donde se mira al futuro para organizar los días libres en la agenda, porque las horas del día son un suspiro. Vuelan, sin dejar rastro de su paso.

La declaración ourensana cala empáticamente, mientras acaba el último trago de un refresco. Desde cerca, se ve su mirada perdida después de confesar su historia. Prefiere tener un momento de soledad.

Desde lejos, no se aprecia su pena ni los bajos niveles de serotonina. Se abstrae con el desnivel de la Plaza Mayor y con los turistas que marcan sus paradas con cada flash.

Se acaba el día, mañana a las siete volverá a despertarse para abrir la persiana de su negocio, con la misma morriña desde hace meses. Y así, hasta que la cabeza aguante, hasta que...

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