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Juan Carlos Laviana.

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

La voluntad popular

La inacción de los políticos deja la resolución de los problemas en manos de la calle

Cuando la clase política no actúa, no propone, la calle dispone. O la gente, utilizando la terminología actual. Pero, ¿quién es la calle?, ¿quién es la gente? Ahora, en agosto, las calles de Madrid están vacías y las de la costa llenas de despreocupados veraneantes. Los portavoces de la calle hoy los usurpan change.org y las redes sociales, que no se toman vacaciones. Se han apropiado de la opinión pública o, al menos, la sustituyen mientras descansa.

Desgraciadamente, la dejación de funciones de la política no es un fenómeno del "ferragosto", que al fin y al cabo, es solo un mes. La dejación se ha convertido en un problema crónico. Escribía Juan José Millás en estas páginas que "hay una voluntad ralentizadora". Los problemas corren y se eternizan, se enquistan, aseguraba. Nadie parece tener intención de resolverlos, con lo que se convierten en carnaza de redes sociales, acaparadoras de una falsa voluntad popular.

La verdadera voluntad popular ya se conoció hace casi cuatro meses. Lo malo es que los elegidos para interpretarla y representarla no han sabido hacerlo. Las manidas manadas -la última en Bilbao- han provocado una gran alarma social. Las únicas medidas concretas que hemos conocido son las divulgadas por la Ertzantza, que más parecen consejos paternales que disposiciones políticas: no aceptar citas extrañas o a ciegas, dejar aviso de donde se producen los encuentros, evitar lugares solitarios? Si nadie actúa, la calle, o lo que sea, acaba tomando la iniciativa, como ya ocurrió con la manada de San Fermín, cuando la calle echó un pulso a los tribunales de justicia.

Las alarmas de que se acerca una nueva crisis económica se acumulan para cuando haya un gobierno firme. ¿Cómo se prepara la política española para afrontarla? Prolongando los eternos presupuestos de Montoro. Es decir, no haciendo nada. No aprendemos y eso que la anterior crisis no está tan lejos. Otra vez recurrimos a la política del avestruz, que tan cara nos salió hace solo doce años. El correr del tiempo -está demostrado- no soluciona los problemas.

Si volvemos sobre la seguridad ciudadana, desde hace años se repite una y otra vez en nuestros paseos marítimos la escena de policías municipales corriendo detrás de los manteros. Qué impotencia la de los policías. ¿Es legal la venta ambulante? Habrá normativas municipales que la regulen. ¿Tan difícil es aplicarlas? Sí, las hay, pero es un problema que requiere medidas de la inoperante política nacional. En suma, no se puede hacer nada.

La voluntad popular tiene soluciones para todo. Para los manteros, para el Open Arms y para el independentismo catalán. Pero debe encauzarse y para eso se inventó el sistema democrático, el menos malo de todos, y no podemos cambiar las reglas en mitad de la partida, ni romper la baraja. Hay una preocupante tendencia a interpretar la voluntad popular por otros métodos. Pueden ser las redes sociales o los referéndums ilegales y sin garantías. El Ayuntamiento de Bilbao, por ejemplo, considera que la voluntad popular son 14.000 firmas en change.org y por eso suspendió el concierto del rapero C. Tangana.

El nuevo Gobierno de la nación, a partir del resultado de las últimas elecciones, debería ponerse manos a la obra. Si no, otros asumirán sus funciones y la democracia se convertirá en aquello que el viejo Benjamin Franklin definía como "dos lobos y una oveja votando sobre qué se va a comer".

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