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Luis M. Alonso.

Sol y sombra

Luis M. Alonso

La maldición peronista

Argentina, decime qué se siente, camina de nuevo hacia el disparate peronista que la ha empobrecido a lo largo de sus últimos cien años de historia. Entre la austeridad impuesta por Macri y la corrupción institucionalizada y el despilfarro de Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández, parece elegir lo segundo. A nadie se le hubiera ocurrido pensar que el sueño de acabar con la lacra justicialista se iba a diluir tan pronto después de tanto daño causado. Pero la vida es así de incomprensible e injusta, y el populismo ha sacado una vez más tajada de la bancarrota que ocasionó, inyectando pereza en el pensamiento y prometiendo mejorar una situación que él mismo se ha encargado de empeorar desde el siglo pasado. Perón ha sido, se puede decir, el inventor de este fenómeno que convierte al Estado en el instrumento más poderoso para sobornar a la población y mantenerla cautiva a base de promesas que jamás se cumplen, mientras los dirigentes roban a manos llenas. Él, su mujer, los descendientes de esa casta, condenaron sucesivamente a Argentina a soñar con un paraíso perdido, en el que llovía maná del cielo y cualquiera podía recibirlo sin esfuerzo, con solo mostrar una adhesión inquebrantable al líder.

Macri, aún con el respaldo de los mercados, el FMI y Washington, se encontró con un país arruinado por los que le precedieron y tuvo que aplicar medidas impopulares de ahorro, que unidas a la inflación galopante y la recesión han acabado por hundirlo. Tras las primarias del domingo asoma de nuevo el fantasma de Fernández de Kirchner, última responsable de la ruina del país y que gracias a la inmunidad parlamentaria ha eludido siete veces la prisión. Encadenados a la miseria populista, a los argentinos les espera fracaso y más dolor.

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