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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El ensanche

A juzgar por lo que se oye y lo que se ve -casi todo procedente de sus dirigentes-, resulta evidente que al PP le va la marcha. Y no sólo al ritmo que imponen los debates con su izquierda y los que de vez en cuando se abren en el centroderecha para que sus tres tenores, y compañía, se flagelen. Hay quien llamaría a eso masoquismo, pero quizá se deba sólo a la costumbre de que les caigan chuzos de punta y no acaben de acostumbrarse a vivir sin sentirlos cada dos por tres. E incluso, en determinados casos y perfiles, a provocarlos en periodo de calma.

Ahora mismo, y a pesar de que para el público se amortiguó bastante el ruido, se mantiene sotto voce el cruce de declaraciones entre el presidente de la Xunta y la nueva portavoz parlamentaria del PP. Es obvio que no simpatizan, al menos políticamente hablando, y que tampoco les importa demasiado que se note, pero también resulta probable que no llegue la sangre al río. Al menos hasta que unas elecciones, las que sean, obliguen a aparentar lo de prietas las filas, demostrado como está que allí donde hay ruido y líos escasean los votos. De ahí que, mientras, los desmientan.

Sea como fuere, lo que está claro es que las discrepancias haberlas, haylas. Mientras don Alberto Núñez insiste en que el PP debe ampliar su base social, la señora Álvarez reitera su preferencia por quienes tengan las ideas no sólo claras, sino acordes con la doctrina tradicional. Y eso, probablemente, reduce lo que el mandatario gallego quiere ampliar; no se aprecian puntos de convergencia entre ambos o sus apoyos: para la dama, la dirección del partido; y para el presidente gallego, los críticos. Los tiempos en los que Casado elogiaba sin parar a Feijóo ya pasaron.

Así las cosas, don Alberto -en opinión de quien escribe- debería explicar un poco mejor y con más detalle cómo puede hacerse el ensanche cuya necesidad predica. Porque, con franqueza, no basta con publicar el resumen de la estrategia; en momentos como estos, en los que la confusión electoral llega al despropósito de que un candidato a gobernar llama a consultar a colectivos, sindicatos y demás -casi todos afines- y aplaza contactos con los grupos parlamentarios que representan la soberanía popular, hay que explicarse despacio y muy clarito para hacerse entender.

(Es curioso: del mismo modo que, dicen, todos los caminos llevan -o llevaban- a Roma, ahora mismo buena parte del argumentario conduce a don Miguel de Unamuno. Y, en concreto, a sus palabras de reproche al entonces coronel Millán Astray cuando comenzaba la guerra civil. Aquel "venceréis, pero no convenceréis", que ha llegado a citar un estalinista como Rufián, al que las leyes -es decir, la conciencia democrática- le importan un rábano si le estorban para lograr su objetivo. De ahí la utilidad de que el señor Feijóo, ahora que han pasado unos días, aporte detalles concretos para hacer realidad ese ensanche. Si no, le va a ser una tarea extremadamente difícil.

¿O no...?

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